Cada vez hay más adolescentes que usan medicamentos psicoestimulantes para rendir bien en sus estudios, mantenerse atentos y despiertos y, en definitiva, mejorar su aprendizaje. Un fenómeno que preocupa a los especialistas, ya que se trata de un uso que escapa a las necesidades médicas. Es el relevo farmacéutico de la tradicional combinación de café con coca-cola, usada para estudiar hasta tarde.
Ahora un estudio realizado por investigadores de la Universidad de Delaware y del Drexel College de Filadelfia concluye que el uso de estos medicamentos en la adolescencia -período en que el cerebro está en pleno desarrollo- puede causar daños de largo plazo.
Se trata de fármacos como el metilfenidato (Ritalín o Concerta) y el modafinilo (como Mentix o Alertex, entre otros), a los que ahora se agrega una nueva clase de drogas, las llamadas ampakinas. Según los investigadores, el aumento del rendimiento mental en el corto plazo que producen puede tener un alto costo a futuro. Por ejemplo, una disminución de la plasticidad cerebral, sobre todo en la corteza prefrontal, la que es necesaria para planificar trabajos, para cambiar el foco de atención de una tarea a otra, o para tener conductas de adaptación a nuevos desafíos.
La psicóloga Kimberly Urban, una de las autoras del trabajo, advierte que si bien estos medicamentos pueden ser seguros para los adultos, no necesariamente lo son para los más jóvenes.
“El cerebro humano se continúa desarrollando hasta pasados los treinta años. La gente joven es especialmente propensa a abusar de estos fármacos, pero también son más vulnerables a sus efectos colaterales“, advierte esta investigadora.
El trabajo, que incluye una revisión de varios estudios, fue financiado por los Institutos Nacionales de Salud de Estados Unidos y se publica en la última edición de la revista de libre acceso Frontiers in Systems Neuroscience.
Efectos físicos
Para el doctor Tomás Mesa, jefe de Neurología Pediátrica de la Red de Salud UC-Christus, drogas como el metilfenidato son necesarias para personas con déficit atencional, a las que permiten sentirse bien y mejorar su calidad de vida.
“Otra cosa es tomarlas con otros fines. Es el caso de los jóvenes que se acuestan de madrugada y tienen que levantarse temprano para ir a clases, entonces las toman para mantenerse despiertos”, dice este especialista.
En su opinión, esto es grave, ya que se está abusando de la capacidad del organismo, exigiéndolo al máximo. Esto tiene el riesgo de, incluso, desarrollar una adicción para solucionar su problema.
La doctora Marcela Paredes, pediatra neuróloga de Clínica Santa María, explica que “estas drogas actúan a nivel de los receptores en las neuronas, favoreciendo la acción de diferentes neurotransmisores. Así, afectan los circuitos del alerta, del control de impulsos y de las funciones ejecutivas”. Su uso en personas normales puede “dañar a la larga las vías neuronales”, agrega.
El doctor Mesa dice estar de acuerdo con que “pueden dañar al cerebro en desarrollo, ya que todavía está ‘podando’ circuitos neuronales que no utiliza y reforzando otros que sí usa”.
Pero también pueden afectar al corazón, ya que producen taquicardia, sudoración excesiva y pueden aumentar la presión arterial y causar un accidente cerebrovascular.