El polaco Mariusz Wotonciej (izq.) coordina algunas de sus actividades en la Senescyt. Fotos: Galo Paguay / EL COMERCIO
El fuego de Prometeo alumbra, pero aún hay sombras. Así son los resultados del proyecto, que es la principal apuesta del Gobierno para fomentar la investigación y la innovación científica en los centros de educación superior.
El programa, que arrancó el 2010, financia estadías temporales de investigadores extranjeros y ecuatorianos para que se dediquen a tiempo completo a la investigación. Contempla estancias entre 2 y 12 meses y opera bajo una modalidad de beca, con opción a extenderla hasta dos veces.
Hasta este mes se becaron 819 investigadores con PhD, que elaboraron 912 proyectos y publicaron 265 artículos en revistas científicas indexadas, según Susana Toro, gerenta del programa de la Secretaría de Educación Superior Ciencia, Tecnología e Innovación (Senescyt). 100 de los investigadores son ecuatorianos, el resto proviene de 48 países.
Uno de los principales atractivos son sus incentivos económicos, que incluyen una asignación mensual de entre USD 4 320 y 6 000. El régimen ha invertido USD 27 millones los dos últimos años y el 2015 destinará 20 millones más.
El psicólogo polaco Mariusz Wotonciej llegó al país en noviembre del 2013 para medir el impacto de la cultura y la educación en el espíritu empresarial juvenil. También, impulsa planes para promover la inclusión de personas con discapacidades mentales, así como la creación de espacios lúdicos de aprendizaje para niños.
Actualmente escribe un libro que reseña su programa: incluye el mejoramiento de una herramienta para diagnosticar las aptitudes de los estudiantes de último año de colegio. “Construimos esa herramienta con 25 psicólogos y orientadores, tiene 120 ítems para medir las aptitudes vocacionales”.
El 77% de los prometeos trabaja en iniciativas con universidades y politécnicas y capacitaron a 57 000 profesores, según René Ramírez, secretario de la Senescyt.
El objetivo central –agrega Ramírez- es fortalecer un campo inédito de ciencia, tecnología e innovación, articulado al sistema de educación superior. “Así, esperamos compensar la insuficiencia de talento humano especializado”.
No obstante, el proyecto tiene fallas, según Arturo Villavicencio, catedrático de la Universidad Andina. “El Gobierno trae profesores a costos muy altos, que no conocen bien el medio. Un prometeo cuesta al año mínimo USD 60 000, lo cual ha causado malestar entre los profesionales ecuatorianos. La iniciativa tampoco tiene objetivos concretos”.
Toro replica que los costos están justificados de acuerdo con estándares internacionales. Además, los prometeos son escogidos según las necesidades de los centros superiores. El primer paso es un acercamiento con la universidad de acogida; las becas solo se conceden cuando el proyecto no puede ser desarrollado por ecuatorianos.
El investigador español David Vila, quien trabaja como becario en el Instituto de Altos Estudios Nacionales (IAEN), recalca que la principal fortaleza es la estabilidad y adecuación del clima institucional de trabajo, junto con la facilidad de orientar sus recursos hacia la investigación. Y las debilidades del programa están ligadas a las fases normales de desarrollo inicial de cualquier sistema de investigación. Él es parte del proyecto Buen Conocer / FLOK Society. Políticas públicas para la transición hacia la economía social del conocimiento común y abierto.
En la Universidad Central
Una de las principales instituciones de acogida es la Universidad Central. Ahí se incorporaron 40 becarios. “Un aspecto crucial es que nuestros docentes trabajen, codo a codo, con el investigador, solo así se puede generar conocimiento”, resalta Byron Benítez, director de Investigación y Posgrado. Un puntal para desarrollar los proyectos es el financiamiento. Anualmente la Universidad Central destina USD 12 millones a investigación.
Benítez reconoce que algunos prometeos llegan a espacios sin infraestructura adecuada, especialmente en laboratorios, por lo cual sus actividades se ven reducidas a cuestiones meramente administrativas, especialmente en entidades pequeñas. “Eso minimiza su potencialidad científica. Prometeos de otras universidades nos han pedido que los acojamos”.
El psicólogo Wotonciej vivió en carne propia limitaciones, especialmente al capacitar a los profesores. Recuerda el trabajo que realizó con 40 docentes. “Con el tiempo los grupos se disolvieron, sea por falta de tiempo, motivación o flexibilidad para aprender”.
Por eso, el exministro de Educación, Fausto Segovia, subraya que uno de los problemas es precisamente la precariedad del sistema de formación docente. “Se debe crear un sistema integral de formación continua de profesores. Se llenan plazas que dejaron los maestros que se jubilaron con jóvenes recién graduados, sin experiencia”.
Entre los becarios ecuatorianos destaca Byron Acosta, quien trabaja en el Ceaaces. Diseña un modelo de evaluación de la calidad de programas de pregrado de las carreras de Administración de Empresas.
Entre las fortalezas de Prometeo él destaca que ofrece condiciones de vida acordes con estándares internacionales para atraer investigadores extranjeros, además de la posibilidad de contribuir en los cambios estructurales. ¿Y las debilidades? “Procesos administrativos que demoran, no por causa del proyecto Prometeo, y sí por formar parte del Estado. Estos retrasos afectan las actividades del investigador”.
El venezolano Juan Carlos Vielma Pérez es otro prometeo; está en el país desde enero pasado. “Me vinculé por una convocatoria a través de la prensa venezolana”. Ha trabajado, junto con un docente y tres estudiantes de la Universidad de las Fuerzas Armadas Espe, en un estudio sobre la vulnerabilidad de las estructuras metálicas del país. “Pensé que las estructuras eran más sencillas, pero encontramos tipologías variables y complejas, con un uso de materiales específico del Ecuador”.
La Escuela Politécnica Nacional también acoge a 40 prometeos. “El resultado global del programa es exitoso. La expectativa es que los prometeos puedan nuclear un grupo de investigación, generar una semilla que sume profesores y estudiantes de últimos semestres”, comenta Alberto Celi, vicerrector de Investigación.