Chelsie Rodríguez, de 10 años, ostenta el título de campeona infantil sudamericana de Pole Sport. También practica gimnasia artística. Es una de las estudiantes más experimentadas de esta disciplina. Foto: EL COMERCIO
Aline Molina ingresó a las instalaciones de Love to Pole Kids Quito, se quitó los zapatos y en cuestión de segundos saludó a su maestra, Teresa Navarrete, desde lo alto de una barra vertical que alcanza los 3 metros de altura.
La niña tiene 5 años y medio de edad y forma parte de un numeroso grupo de estudiantes que se alista para representar al país en futuras competencias de pole sport, el nombre que adquirió el pole dance, asociado desde hace varios años con bailes y sitios de diversión nocturnos.
Aline es una niña activa, a quien le encantan los retos. Por esa razón, su madre la inscribió en este deporte, cuyos dirigentes de la International Pole Sports Federation sueñan con convertirlo en olímpico.
El pole sport combina una serie de movimientos acrobáticos con expresiones artísticas a través de coreografías que se realizan en torno a una barra metálica. Exige fuerza, concentración, coordinación, elasticidad. “Se trata de un deporte completo”, contó Navarrete, de 37 años.
Con apenas cinco meses de entrenamiento, Aline superó el primer reto: ascender por el tubo y mantenerse en lo alto sin resbalarse. También aprendió a disfrutar del ejercicio. Una inmensa sonrisa corroboró la afirmación de su maestra.
Y es que además de perfeccionar destrezas físicas y desarrollar fuerza muscular y tonificar, la práctica de esta disciplina otorga autoestima. Las niñas y niños se empoderan de su cuerpo y eso les genera más seguridad”, afirmó Paulina Saá, madre de Violeta Cazar, de 8 años.
Esta pequeña suma seis meses de entrenamiento y en ese tiempo ha ganado coordinación, fuerza, disciplina. Acude a los entrenamientos -entre dos y tres veces a la semana- después de cumplir con sus tareas. “Realiza sus deberes y vamos a las clases. Ahí es totalmente feliz”, contó.
De acuerdo con su madre, Violeta derrocha grandes dosis de energía en cada entrenamiento y esto la perfila como una futura representante de esta disciplina.
Y eso, precisamente, anhela Navarrete, también profesora de gimnasia artística. “Queremos destacarnos en torneos internacionales para ganar adeptos y que con el paso del tiempo tengamos apoyo de las entidades deportivas”.
Por el momento, son los padres de familia los que costean los viajes y competencias. La última prueba de pole se realizó en Buenos Aires, Argentina, en diciembre de 2016. Allí compitieron Bárbara Ortiz y Chelsie Rodríguez.
Esta última, de 10 años, se consagró campeona sudamericana en la categoría Infantil. Ortiz, en cambio, alcanzó la medalla de bronce. Ahora, ambas se alistan para competir en España, en noviembre próximo. En marzo del 2018, en cambio, tienen previsto participar en Estados Unidos.
Navarrete espera viajar con una delegación más amplia para también competir en otras categorías. Esa es otra ventaja de este deporte, pues no exige iniciarse desde muy pequeño para destacarse.
Se trata de una disciplina apta para hombres y mujeres de todas las edades. En Love to Pole Kids, por ejemplo, también se entrena Fidel Almeida, un adolescente de 13 años.
El único requisito para perfeccionar destrezas es contar con la asesoría adecuada. Así también se reduce el riesgo de sufrir lesiones. De acuerdo con las madres de familia, estudiantes y Navarrete, los moretones en piernas y brazos es el máximo “daño” que registran las participantes durante los entrenamientos. Sucede por la fricción de la piel con la barra.