En Pichincha, 41 personas entre personal médico y administrativo dejarán sus puestos, de acuerdo a lo que estipula la Ley Orgánica de Servicio Civil y Carrera Administrativa (Loscca).
De ellos, 10 fueron jubilados de manera obligatoria, al cumplir con 70 y más años de edad. 31 se acogieron a la jubilación voluntaria, al tener entre 65 y 69 años.
Carmen Laspina, directora general de salud, señaló que se está cumpliendo con la normativa.
“Existen algunos profesionales, muy pocos, que estaban en plena productividad y eso es doloroso para el Ministerio. Pese a que tienen todo el potencial (los doctores), tienen que salir por Ley”. El compromiso de esa cartera de Estado es no demorar en el reemplazo de esas partidas.
Laspina explicó que se procederá con la modalidad de contratos, pero que el objetivo del Ministerio es que “más temprano que tarde sea por concurso”.
No determinó un plazo exacto, pero refirió que están a la espera del reglamento de la Loscca para proceder en el tema de vacantes. También esperan que el reglamento determine si se puede utilizar el mecanismo de pago por servicios profesionales. Es decir, el pago con factura.
De esta manera, según dijo Laspina, se pueden contratar a los médicos que son especializados en ciertas áreas y que por la edad tuvieron que dejar esas vacantes.
“Hay alternativas, pero como sector público nos acogemos a las disposiciones”.
Asimismo, el Ministerio afirmó que tienen previsto realizar un acto especial para agradecer el servicio prestado por los médicos durante su carrera. Se les entregará una placa para reconocer su labor en las entidades públicas.
Uno de los problemas que advierten los profesionales de la salud, es la falta de médicos especialistas para llenar las plazas. Frente a esto, el Ministerio afirmó que se está trabajando con las universidades y las escuelas de ciencias médicas para desarrollar programas de estudios en el país.
Leonardo Bravo, director de la Asociación de Facultades de Ciencias Médicas, dijo que le preocupa que la jubilación de los médicos que dan cátedra en las universidades baje el nivel de formación de los alumnos.
Explicó que hay algunas materias que necesariamente tienen que combinarse con la parte asistencial. Es decir, los médicos llevaban a los alumnos a las casas de salud donde trabajaban.
El doctor Luis Escobar Castro, ex director de la Maternidad Isidro Ayora, señaló que se acogió a la jubilación voluntaria y tuvo que dejar la docencia. Sin embargo, afirmó que está de acuerdo con el proceso para dar paso a las nuevas generaciones de médicos.
Antonio Viteri Larreta
Fundó el posgrado de pediatría
Redacción Guayaquil
Cuando se fundó el Hospital del Niño Francisco de Ycaza Bustamante, en 1981, él atendió al primer paciente. Era un niño de dos años, con problemas respiratorios. Lo examinó con su estetoscopio, firmó la receta y la consulta histórica quedó grabada en los periódicos.
Un recorte amarillento de un diario, del 11 de enero del 81, es el registro. Desde entonces, el pediatra Antonio Viteri Larreta perdió la cuenta del número de niños que atendió en 29 años. El 30 de octubre pasado, en esa misma sala, el médico atendió a su último paciente. Fue antes de recibir el anuncio de su jubilación.
Mientras recorre los pasillos del Hospital del Niño, Viteri recuerda los cargos que ocupó en el lugar: fue jefe de docencia, subdirector y director del hospital en el gobierno de Rodrigo Borja.
En ese tiempo fue gestor y director del primer posgrado de pediatría en ese hospital. No solo ha dado miles de consultas, sino que también ha formado a miles de médicos, pues cada año da clases a unos 150 residentes.
En medio de las camillas de la sala de Medicina III, donde aguardan niños de entre 5 y 14 años, Viteri chequea las historias clínicas. Junto a la camilla de Melani, de 7 años, revisa una radiografía. “Son los casos de siempre: asma, tifoidea, fiebres…”.
Sobre su escritorio en la oficina de la Escuela de Graduados de la Universidad de Guayaquil, resalta un rótulo: Director. Ahí pasará el resto de su tiempo. En esas aulas donde se formó ahora forma a los médicos más jóvenes.
El amor por la profesión nació cuando conoció la labor de su coterráneo, el médico milagreño Aurelio Andrade, quien se especializó en la atención infantil. Luego de terminar sus estudios en la Universidad de Guayaquil viajó a España, a seguir su formación en la Universidad de Valladolid. Luego se especializó en Sevilla. Al poco tiempo tuvo una beca de pediatría clínica en Chile.
Ernesto Gutiérrez Vera
Reportó la encefalitis venezolana
Redacción Guayaquil
Es el volumen 30 de la revista ecuatoriana de Higiene y Medicina Tropical del Instituto de Higiene. Fue publicado en 1977 y en su portada resalta una de las investigaciones más destacadas de la entidad: ‘Encefalitis venezolana en Ecuador’.
El autor es el virólogo Ernesto Gutiérrez. En las estanterías de la biblioteca del INH, en medio de antiguos textos de bioquímica y microbiología, resalta el folleto.
“Marzo de 1972. El primer caso del virus EV se detectó en un joven de 18 años, en Playas. Luego en Engunga, una pequeña aldea de pescadores de unos 500 habitantes, hubo más casos. En 48 horas se verificaron 11 casos, todos con síntomas comunes: fiebre alta, cefaleas, somnolencias…”, reseña el texto.
El trabajo de campo y laboratorio se resumió en nueve páginas y el estudio obtuvo el Premio Hideyo Noguchi. En 1959, Gutiérrez ingresó al Instituto siendo un universitario. Bajo la tutela del doctor Luis Baquerizo, director del INH en este tiempo, se especializó en el análisis de virus.
Su formación en la Universidad del Valle (Colombia) fue clave para afrontar la aparición de casos de encefalitis venezolana en la costa ecuatoriana. El brote de ese virus lo puso en contacto con el Centro para el Control y la Prevención de Enfermedades de EE.UU. (CDC).
Con ese laboratorio emprendió un nuevo estudio sobre arbovirus o enfermedades transmitidas por vectores. Luego de cuatro años, por primera vez se identificaron nuevos virus que fueron bautizados con nombres ecuatorianos: Playas, Babahoyo, Pueblo Viejo, Vinces, Naranjal… El ecuatoriano fue director del INH, subsecretario y ministro de Salud.
En su biblioteca resaltan fotos del trabajo de su último estudio, financiado por la Senacyt, sobre identificación de nuevos arbovirus. La investigación está en segunda fase y se aprobó una prórroga. “Hay mucho por hacer’.
Aracely Álava Alpretch
Ella estudió el primer caso de VIH
Redacción Guayaquil
Con los casos de influenza AH1N1 en el país, el laboratorio de virología del Instituto Nacional de Higiene (INH) se convirtió en un centro para el análisis de los casos. Con mascarillas y guantes, los laboratoristas realizaban cientos de pruebas.
La ajetreada rutina de mayo de 2009 no era nueva para la viróloga Aracely Álava Alprech. Ingresó al Instituto en mayo de 1969, cuando era estudiante de Medicina de la Universidad de Guayaquil. En sus 41 años de trabajo fue testigo de una serie de epidemias. Uno de los primeros casos fue la poliomielitis, que afectó a cientos de niños en 1970.
Luego, se enfocó en el brote de la cepa porcina de la influenza H1N1 en 1976. En ese año los laboratorios de la entidad entraron en alerta. Álava recuerda que lograron aislar el virus tras varias pruebas en huevos de gallina.
Sus estudios en Japón, donde se especializó en influenza, hepatitis B y enterovirus, fueron un soporte para su carrera en el INH. Luego viajó al Centro de Enfermedades Transmisibles de Atlanta, EE.UU., en donde hizo un estudio de virología.
En 1985 el INH tuvo que afrontar la pandemia del Virus de Inmunodeficiencia Adquirida (VIH), que encendió alertas en los países de la región. La doctora analizó el primer caso, en 1984. Era un ecuatoriano que había vivido en los EE.UU. Ella realizó las pruebas, dio el diagnóstico y lo reportó a las autoridades de Salud.
El trabajo del laboratorio no tuvo tregua, pues en 1988 se presentaron los primeros casos de dengue. La epidemia se agravó con la presencia de brotes de fiebre amarilla, transmitida por el mosquito Aedes aegypti.
En los próximos años, con la adaptación de ese vector en la Amazonía y partes de la Sierra, la experta dice que se corre el riesgo de una alarma similar. El cólera fue otro de los males que afrontó en 1991 con la investigación de los casos. Desde su laboratorio, presenció la evolución de la ciencia: desde los microscopios a las salas de Biología Molecular.
Eduardo Morales
Creó el área de cirugía del corazón
Redacción Sociedad
El 15 de septiembre de 1992 Eduardo Morales, cirujano cardiovascular pediátrico, creó la unidad de esa especialidad en el hospital de niños Baca Ortiz de Quito. Él es uno de los tres cirujanos con esa especialidad en esta casa de salud. Morales creó el área de cirugía cardiovascular en esa casa de salud.
En esta área se atiende un promedio de 250 cirugías al año y entre 45 a 50 pacientes por día. Él se especializó en Brasil durante cuatro años. Fue becado por el Gobierno de ese país.
Ingresó al Baca Ortiz en junio de 1992. Luego de 18 años de labor, el 27 de octubre pasado, escuchó su nombre por el altoparlante. Le solicitaron que se acerque a la oficina de Recursos Humanos. Morales no pudo acudir a la cita pues estaba en una cirugía de corazón abierto. Acudió a Recursos Humanos el 28. Le notificaron que debía acogerse a la jubilación voluntaria, como manda la Ley Orgánica de Servicio Civil y Carrera Administrativa.
La noticia lo tomó desprevenido. Él pensaba retirarse en dos años más. Morales realizó ocho operaciones en octubre. Todas de complicación. “Hace falta experiencia y mucho estudio para realizar ese tipo de operaciones”.
A los médicos que vengan, según dice, les tomará años adquirir la experiencia que tiene para afrontar los casos más difíciles.
Al preguntarle cuál es su estado anímico luego de la notificación, su voz se quiebra. “Fue muy rápida la salida”. Comenta que la premura del proceso no le dio tiempo a llenar vacantes o preparar al personal. Dice que ahora hay un desfase y que no sabe cómo trabajarán con dos especialistas.
Regresó el 29 al Baca Ortiz para dejar listos los inventarios y despedirse de sus colegas. “La noticia los cogió a todos por sorpresa”. Él ha tratado a pacientes de todo el país. En su computadora personal guarda fotografías de las cirugías que efectuó el último mes. Todos los casos han sido calificados como exitosos. Ahora se dedicará a escribir un libro y atender su consultorio privado.