Desde el debut de ‘50 sombras de Grey’, de Erika Leonard James, y su éxito global, los sucedáneos no han dejado de aparecer.
Ha llegado San Valentín (bueno, ahora es el ‘mes del amor’, un estiramiento para dar más vida a un día mercantil que se queda corto) y entre los productos que han saltado a las vitrinas están las nuevas novelas románticas al estilo ‘50 sombras de Grey’. Desde la publicación de ese título en el 2011, esos relatos con dosis de erotismo se han multiplicado y han construido un subgénero de la literatura comercial.
¿Comercial? Por supuesto: estas historias, casi todas de autoras estadounidenses, buscan abiertamente el éxito en la caja registradora mediante la aplicación de una fórmula con ingredientes específicos. La protagonista es una chica joven, atractiva, inexperta y con cierta inocencia, pero no adinerada. El galán es guapísimo, millonario, dominante y liberal en cuanto a las relaciones. El estilo no es sugestivo ni poético, sino más bien directo pero sin caer en asuntos políticos. Y, de ser posible, la historia debe dar para una segunda parte o una saga, ojalá trasplantable al cine.
Desde el debut de ‘50 sombras de Grey’, de Erika Leonard James, y su éxito global, los sucedáneos no han dejado de aparecer. Ahí están ‘Perdido en tu piel’ de Rosana Ubanell, ‘La sociedad Juliette’ de la exactriz porno Sasha Grey, ‘Una mujer desnuda’ de Lola Beccaria y el último hit, ‘Calendar Girl’, de Audrey Carlan, que se anima a probar con una protagonista no tan ingenua para sumergirse en el mundo de las ‘escorts’ de lujo. Resultado: Carlan ya vendió los derechos de su saga, que será una serie de televisión.
El triunfo en el rubro de las ventas no ha podido ayudar a que estos productos, que incluso circulan con sellos de editoriales de prestigio, sean considerados como literatura de verdad. Esto se debe en parte a su fabricación en serie, pero también a que el género de la literatura erótica ha tenido enormes exponentes.
Henry Miller, por ejemplo, no solo usó la sexualidad como instrumento literario sino político: con ‘Trópico de Cáncer’ (1934) criticó la moralidad de EE.UU. Más escandaloso fue la ‘Lolita’ (1955) de Vladimir Nabokov, que narró la perversa relación entre un profesor de 40 años y una niña de 12, algo que mencionarlo en ese entonces era terrible y hoy suena aún mucho peor. Marguerite Duras, en cambio, fue una escritora prolífica pero alcanzó la celebridad con ‘El amante’ (1984), sobre una quinceañera francesa que se relaciona con un rico comerciante chino de 26, en un relato sobre el inicio del amor pero también del odio.
No hay espacio para reseñar todos los títulos de la literatura erótica como de la nueva ola de textos románticos con carga erótica, menos exigentes y reflexivos, quizás ajustados a un nuevo modo de entender la sexualidad en Occidente, donde todo es desechable, hasta el amor.