‘Nietzsche parásito de Emerson’ fue presentado en librería Rayuela. En este espacio, el autor habló de su investigación. Foto: María Isabel Valarezo/ EL COMERCIO
En cinco capítulos y poco más de 200 páginas, el filósofo chileno Jorge Luis Gómez logra con éxito destronar a Friedrich Nietzsche del lugar de los pensadores más originales -y por ende trascendentales- de la modernidad.
‘Nietzsche parásito de Emerson’, publicado recientemente bajo el sello editorial de la Universidad San Francisco de Quito, es tal vez uno de los libros más polémicos que se han escrito en el país.
Y lo es en tanto que desarrolla una mirada crítica sobre el pensamiento nietzscheano, rastreando sus orígenes en Ralph Waldo Emerson, escritor y filósofo estadounidense del siglo XIX que se cultivó en la línea del trascendentalismo (que en su caso, y como lo escribe Gómez, “piensa en lo inteligible que hay en la naturaleza… omitiendo al dios para destacar, sin más, al hombre representativo y superior”).
¿Qué sucede para que el pensamiento de Emerson sea apropiado y destacado bajo la escritura nietzscheana? Por una parte, ideas como ‘voluntad de poder’ o ‘superhombre’ fueron desarrollados por Emerson en un contexto que lo liga mucho más al ámbito religioso-existencial que al filosófico.
Algo de lo que Nietzsche pareciese aprehender, elaborando un sistema de pensamiento riguroso y próximo al lenguaje de la filosofía.
Lograr desentrañar esta realidad fue posible únicamente, para Gómez, tras la lectura de los textos póstumos de Nietzsche, aquellos que muchas de las veces escaparon de las lecciones universitarias de filósofos de la altura de Martin Heidegger (y uno de sus más elocuentes investigadores).
Son en estos escritos, desarrollados en la etapa juvenil del pensador alemán, en los que es plausible una relación directa con Emerson.
Al respecto, Gómez expone que fue a los 17 años cuando Nietzsche leyó por primera vez al estadounidense. Tres años antes, en su diario, él anotaría que “en nuestra juventud nos acostumbramos a imitar aquello que nos gusta”.
Y posiblemente esta es la entrada para conocer a la perfección que él era consciente de que sus lecturas juveniles influenciarían, de algún modo, en su posterior producción intelectual. Así, en sus largas jornadas de lectura, se dio forma a esta relación filial con el pensador del trascendentalismo.
Para lograr establecer una línea tan clara en las relaciones entre estos pensadores, Gómez ha hecho usanza de una de las herramientas que lo han caracterizado como académico: la escuela filológica germánica.
Asiduo investigador, el chileno ha recurrido a los textos originales para dejar por sentada su postura. De este modo, el lector se ve interpelado a contrastar frecuentemente toda la terminología que él usa gracias al inmenso material bibliográfico sobre el cual se ha construido este texto y del cual se tiene noticia por medio de las referencias publicadas al final de cada uno de los capítulos.