En octubre pasado, Jennifer Scott-Hitchcock dio a luz a Archie, un pequeño de casi tres kilos de peso, en lo que fue su quinto parto. Algo que para muchas mujeres quizás sea algo absolutamente normal, pero no para esta escocesa, ya que el niño no era su hijo, sino que de una pareja que no podÃa convertirse en padres de forma natural.
Y no era la primera vez que prestaba su vientre, sino que la tercera, porque en 2010 y 2011 Jennifer ya habÃa sido madre sustituta. “Ayudar a otra mujer a cumplir su sueño de ser madre es lo máximo”, asegura en un artÃculo que escribió al “Daily Mail” para relatar su experiencia y, a la vez, revelar las alegrÃas, dolores y sacrificios que implica el “acto de compasión” que dice realizar.
“Ser madre sustituta no es y nunca podrÃa ser una ‘carrera’ para mÃ. Por ley, no puedo recibir dinero por lo que hago (…) Los padres del bebé me reembolsan cualquier gasto, pero no hay una recompensa más allá que la satisfacción que obtengo al ayudarlos”, asegura.
Jennifer tiene 30 años y dos hijos propios de su primer matrimonio, más otros tres de su segundo marido Justin. En el texto relata que cuando se casaron, ambos acordaron que no tendrÃan más niños, ya que cinco eran suficientes. Pero, a pesar de que ella se sentÃa satisfecha con la crianza, no le ocurrÃa lo mismo con el embarazo.
“Adoro estar embarazada; la emoción comienza desde el momento en que veo la lÃnea azul en la prueba de embarazo. Si soy honesta, dirÃa que casi es como una adicción”, confiesa.
Por esto, hace cinco años decidió plantearle a su marido la idea de convertirse en madre sustituta. “Estaba horrorizado y me prohibió siquiera considerarlo”, cuenta, y agrega: “Él se imaginaba, como muchas personas lo hacen, un comercio callejero de bebés. Algo turbio, inmoral e incluso cruel. No podÃa entender cómo una mujer podrÃa entregar al bebé que habÃa dado a luz”.
Jennifer se demoró un año en convencer a Justin y lograr que entendiera la diferencia que ella podÃa hacer en las personas que no tenÃan la fortuna de tener niños felices y sanos como ellos. También recibió el apoyo de Ellie y Cael, sus hijos.
“Como familia nos unimos y hacemos que los sueños de otras personas se hagan realidad. Estamos orgullosos de ello”, asegura.
- El primero, el segundo y el tercero
Ya con el respaldo de su esposo e hijos, Jennifer ingresó a COTS, una comunidad fundada en 1988 y cuyo objetivo principal es “traspasar nuestra experiencia colectiva a las madres sustitutas y a los futuros padres, ayudándolos a entender las implicancias que tiene el proceso antes de que lleguen a un acuerdo”.
Jennifer conoció a través de COTS a la primera pareja que ayudarÃa, dando a luz a su bebé en 2010. “Fue uno de los momentos de mayor orgullo de mi vida. HabÃa tenido un embarazo feliz y no me sentÃa arrepentida mientras entregaba al bebé a sus extasiados y agradecidos madre y padre”, recuerda.
La experiencia fue tan gratificante para ella, que apenas hizo una pausa tras el parto antes de encontrar a otra pareja para ayudar, “regalándoles” a su hijo en 2011.
Jane y Gary, los padres de Archie, fueron los últimos, aunque el parto fue un poco distinto ya que Justin, el esposo de Jennifer, fue el primero en sostener al bebé, porque la pareja no pudo llegar a tiempo al hospital.
“Me ofrecieron tener contacto piel con piel con él, pero no acepté. Simplemente no es mi lugar. Se trata de una experiencia de unión tan Ãntima entre una madre y su hijo, que me hubiera sentido como si estuviera invadiendo. Tengo que ser consciente de los lÃmites”, afirma.
Jennifer señala que la pregunta que con mayor frecuencia le plantean es por qué acepta llevar al bebé de otra mujer en su vientre. “Pero cualquiera que tenga niños sabrá que son un gran regalo. Y como una mujer joven y sana, puedo convertir a una pareja desesperada en una familia feliz. Asà que para mà la pregunta siempre ha sido: ¿por qué no lo harÃa?”, responde.
Asimismo, añade que aunque su mente y su corazón aún están comprometidos con la labor de madre sustituta, no está segura si su cuerpo también lo está. “El embarazo y parto de Archie han sido los más difÃciles hasta ahora. En el fondo, sé que no puedo seguir teniendo bebés para siempre”, reconoce.
“Pero, ¿sólo uno más? Nunca voy a decir nunca. La necesidad que tengo de tener bebés, incluso si no son mÃos, está muy arraigada”, afirma, y concluye: “Sé que todos, como familia estaremos tristes el dÃa en que esto deje de ser parte de nuestras vidas. Pero hemos logrado tanto por aquellos a quienes hemos ayudado, que eso se quedará con nosotros para siempre”.