Las melodías ancestrales sirven como terapias

En la sonoterapia, las flautas, sonajeros, ocarinas, pingullos, chajchas, tambores, kipa y cánticos. La intención es que el cuerpo identifique un sonido que genere bienestar. Foto: Xavier Caivinagua/ EL COMERCIO.

En la sonoterapia, las flautas, sonajeros, ocarinas, pingullos, chajchas, tambores, kipa y cánticos. La intención es que el cuerpo identifique un sonido que genere bienestar. Foto: Xavier Caivinagua/ EL COMERCIO.

En la sonoterapia, las flautas, sonajeros, ocarinas, pingullos, chajchas, tambores, kipa y cánticos. La intención es que el cuerpo identifique un sonido que genere bienestar. Foto: Xavier Caivinagua/ EL COMERCIO.

El aire impregnado por una fresca esencia de flores invade la sala de terapias. Al entrar, los pacientes se acomodan en esteras colocadas en el piso y se cubren con una manta de algodón. Cierran los ojos y una suave vibración sonora estimula al cuerpo, que está tratando de “soltarse”, como pide el guía para iniciar la sesión.

El golpe seco de un tambor andino emite una vibración que se siente como el latido del corazón y se mezcla con el sacudón de un tronco de bambú relleno de semillas, que evoca el sonido de una tarde de lluvia. En pocos minutos, los sonidos logran crear un paisaje muy distante a la sala de terapias, en el que un canto chamánico completa la sensación de estar en otro lugar.

Es una de las formas en las que se practica la sonoterapia, un método de relajación que aprovecha el poder de los sonidos para sanar. Aunque ha sido poco visible, tiene técnicas ancestrales que ahora son usadas en la medicina alternativa. Se la puede realizar de forma independiente o acompaña a otras terapias como el reiki (técnica de sanación con las manos).

En estas terapias, la mente inicia una lucha interna para dejar de repasar todo lo que ocurrió en el día y concentrarse solo en los sonidos, los cuales ofrecen una sensación de bienestar por 50 minutos. Al ritmo de los tambores, flautas, sonajeros y otros instrumentos andinos, el cuerpo empieza a responder a los estímulos.

En ciudades como Cuenca, Loja y Quito, la práctica de la sonoterapia es el resultado de una combinación de saberes. Los instructores usan instrumentos andinos como el bombo, sonajeros, flautas, semillas, que se utilizaban por comunidades indígenas en rituales. También usan técnicas orientales, principalmente, los cuencos tibetanos.

Los instrumentos chamánicos se emplean para curar el cuerpo, a diferencia de los de metal, como los cuencos tibetanos, que actúan en la mente. Así lo explica Alejandro Beltrán, quien aprendió a utilizarlos investigando sobre su aplicación en las culturas andinas.

Los instrumentos están construidos con materiales como el cuero, la madera y las semillas, que están vinculados con la Pachamama, cuenta Beltrán. “Los usamos para que la persona reconozca su cuerpo y los combinamos con los otros para trabajar con la mente, porque buscamos el equilibrio”, dice.

También hay pueblos autóctonos que tienen su propia música de sanación, como el “hampi taki”, que se practica en las comunidades indígenas de Cañar. En esta técnica se usan instrumentos ancestrales como las ocarinas, pingullos, chajchas, sonajeros, tambores, kipa y cánticos especiales.

Magdalena Guarquila asistió a tres sesiones de sonoterapia. La primera ocasión fue para aliviar una tensión muscular, pero descubrió que es una buena técnica para relajarse. “Yo practico reiki y me dijeron que combina muy bien con esta terapia.Los resultados son buenos porque se aprende a disfrutar de los sonidos”, comenta.

Las semillas tienen un poder especial para sanar, asegura Adolfo Idrovo, un músico de profesión que hace más de cinco años empezó a desarrollar técnicas de relajación y sanación con instrumentos andinos. Él aprendió las técnicas con curanderos y ahora elabora sus propias herramientas, la mayoría está hecha a base de semillas y bambú.

En su sala de masajes abundan los sonajeros hechos con semillas y otros instrumentos, como el guasá, que es una especie de flauta que se emplea en la marimba. Él aplica una técnica diferente a la terapia auditiva; utiliza los instrumentos para masajear el cuerpo mediante golpes en puntos específicos.

“Cuando nacemos, todas las personas recibimos un sonido, lo que buscamos en esta terapia es que el cuerpo lo identifique y reaccione”, dice Idrovo. A esa técnica se conoce como identificación de sonidos originales, que consiste en encontrar el estímulo que provoca una reacción diferente en el cuerpo.

Para lograr ese efecto, él empieza con un sonido bajo, que lo generan las maracas y llega al nivel más alto con los sonajeros hechos con las semillas. “El cuerpo reacciona diferente, porque cada instrumento tiene una función específica”, señala Idrovo. Estos sonidos ingresan al cuerpo como vibraciones y eso produce un masaje sin la necesidad de usar las manos.

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