Luis Miguel González y la estadounidense Alex Wills se casaron hace un mes. Foto: cortesía Viajes Vistalsur
En los indígenas saraguro el matrimonio es mucho más que la unión conyugal entre un hombre y una mujer. Los novios viven esta tradición con rituales sagrados basados en la cosmovisión andina, como lo hacían sus ancestros.
Luis Miguel González y la estadounidense Alex Wills se casaron hace un mes en la comunidad de Tuncarta del cantón Saraguro; y Luis Minga con Gloria Guaillas lo hicieron el pasado viernes, en la parroquia lojana de San Lucas.
Estas parejas empezaron los preparativos con la yaikuna o pedida de la mano. González y Minga –por separados y acompañados de sus padres- fueron a las casas de sus prometidas para pedir el consentimiento de los progenitores.
Tras las aprobaciones escogieron a los padrinos y las noticias de estas bodas se regaron rápidamente en los pueblos. No hay cruce de invitaciones. Familia, allegados, amigos y la comunidad están invitados.
Unos días antes se casaron por el civil, pero aún las parejas no conviven. Miguel Paqui y Angelina Medina, padrinos de los González-Wills, se encargaron de cada detalle: desde el uso del atuendo típico de los novios, que reúne simbolismos sagrados vinculados con la cosmovisión andina, hasta asegurarse de que se haya consumado el matrimonio.
González vistió camisa, pantalón corto, zamarro, poncho negro, sombrero grande y un pañuelo fucsia en la espalda. Wills, pese a no pertenecer a esta cultura, usó pollera, anaco, blusa, bayeta, collares, aretes, tupu, cintillos, chal y una corona de flores. Ambos llevaban un collar de plata.
El ritual de compartir los alimentos, en el matrimonio de Luis Minga y Gloria Guaillas. Foto: cortesía Viajes Vistalsur
Esta ceremonia religiosa empezó con el viaje de los novios en caballos hasta la Iglesia Matriz de Saraguro, acompañados de los padres y padrinos. El sacerdote celebró la eucaristía y habló de la reciprocidad.
Los novios, padres y padrinos retornaron en el mismo medio hasta la casa de los González, donde fue la fiesta. Los músicos –que entonaron melodías alegres- y el resto de invitados fueron caminando.
La novia fue la primera en ingresar a la casa de su esposo y luego los invitados. En el piso se tendió una almohadilla donde la pareja se arrodilló para recibir el parabién, que son los consejos y felicitaciones de cada uno de los presentes.
Los novios se ubicaron en mesas separadas, de hombres y de mujeres, para la sisashitana (cuando se arrojan flores). La ubicación responde a un orden jerárquico. González va en la cabeza de la mesa y a su lado el padrino, padre y familiares. Lo mismo en la mesa de Wills.
Las mesas contenían pétalos de flores en forma de una cruz que se lanzan entre ellos en señal de alegría y prosperidad. Con la mesa limpia empiezan a servir los alimentos, proveídos por los padrinos: caldo de res, yuca, mote, cuy, papas, queso.
A diferencia del matrimonio occidental, no hay regalos. Los invitados llevan a los novios pinshis, que son canastas con mote, cuy, pan, quesillo y chicha de jora que se comparte entre los presentes.
El baile de los novios se realiza y luego el de los padrinos y padres debajo de una cruz con flores y velas. Esto simboliza la despedida de la juventud y la bendición del
Finalmente la fiesta se extiende hasta el amanecer, cuando se hace una pausa para la puñuichina que es el acto de hacer dormir a los nuevos esposos. La pareja va a una habitación y se arrodilla junto a la cama para recibir la despedida de los padres y padrinos, y con eso concluye la ceremonia.