Este domingo 14 de mayo, Camila Gualoto, de 19 años, celebra el segundo Día de la Madre junto a su esposo y su hijo de un año y medio. El 2016, el festejo fue en la casa de su madre. Con comida, regalos y flores, la familia celebró a lo grande.
Su semblante se mantiene tranquilo y fresco a pesar de que su jornada como mamá y estudiante se inicia a las 05:00. Camila quedó embarazada cuando tenía 17 años. Aún cursaba el último año de colegio.
La joven asegura que fue una etapa difícil ya que con su novio no sabían cómo enfrentar la situación pero de lo que sí estaban seguros era que querían tener al bebé. El tiempo pasó y a los siete meses de embarazo decidieron contar a cada una de sus familias la noticia.
El apoyo que recibió la pareja, que posteriormente decidió casarse, fue fundamental para continuar con sus vidas pero ahora con un hijo. Matías Fierro, esposo de Camila ahora estudia y trabaja. Para el joven, también de 19 años, lo más importante era darle un hogar a Alejandro, su hijo. “Nosotros venimos de hogares de padres separados y siempre hubo ese vacío y no quería que él pase lo mismo”, asegura.
Según datos del Instituto Ecuatoriano de Estadísticas y Censos, INEC, del 2013, en Ecuador hay 122 301 madres adolescentes, el 22% de las mujeres comprendidas entre 12 y 19 años de edad.
Las cifras de INEC también revelan que el 56,7% de ellas han culminado la instrucción secundaria y el 34,1% tienen instrucción primaria.
Camila forma parte del 15,7% de madres adolescentes que se casaron, mientras que el 55,8% viven en unión libre con su pareja, el 20,2% son solteras. El 7,6% están separadas, el 0,5% son viudas y el 0,2% divorciadas.
En el 2011 se registraron 45 708 partos de madres adolescentes que se distribuyen en el territorio de manera proporcional a la población: el 55,3% de ellas vive en la Costa, el 38,4 en la Sierra, el 6,3% en la Amazonía y el 0,14 en Galápagos.
Una oportunidad de negocios a raíz de la maternidad
A Andrea Cevallos su embarazo a los 24 años le cayó por sorpresa. Al principio, asegura, la reacción fue de “negación”. Sin embargo, poco a poco se fue acostumbrando a la idea y, una vez que la empezó a sentir en su vientre, “ya quería que nazca”, relata.
Cuando su bebé nació, dice, “fue algo hermoso. No tuve miedo para nada. De alguna manera no sabes cómo ser mamá, pero al mismo tiempo dices, bueno, ya soy mamá”. Hoy, Isabella tiene casi un año.
Ya se logra parar y se apoya en la mesa de centro de la sala de su casa mientras esboza una pequeñita sonrisa con unos dientes diminutos para ver a sus papás. Cuando regresa a ver al extraño reportero de EL COMERCIO que conversa con su madre, pone una cara más seria, pero poco a poco entra en confianza.
Durante el embarazo, Cevallos tuvo que quedarse sola por un tiempo. Su esposo, que es odontólogo, se encontraba haciendo la rural para acabar su carrera. En esta circunstancia, la joven de 24 años comenzó a escuchar los típicos consejos sobre bebés que dan mujeres que ya tienen experiencia criando hijos.
Pero Andrea notó que muchos de estos consejos no tienen realmente una base empírica; es decir, en muchos casos, son simples supersticiones o suposiciones que no necesariamente están basadas en la realidad. Una de esas es la idea errónea de que, mientras más tarde se duerma el bebé, más tarde se despierta.
Esto, explica Cevallos, no es así. Lo único que se logra con esta práctica es interrumpir el ciclo normal de sueño del bebé. “Hay mamás que los hacen dormir alrededor de las 22:30. Y es demasiado tarde”, asegura. Un bebé, añade, debe dormir “entre 18:30 y máximo a las 20:00”.
Después de hacer sus investigaciones con fuentes académicas sobre este y varios otros aspectos sobre el cuidado de los bebés, la joven madre vio resultados instantáneos en Isabella. La pequeña comenzó a dormir siempre de corrido durante toda la noche, hasta despertarse finalmente en la mañana.
Le contó algunos de sus tips a amigas madres y ellas también obtuvieron resultados positivos. Desde allí, Cevallos vio en sus investigaciones un posible nicho de mercado. Así nació Hora de Dormir, un emprendimiento que ofrece asesorías a madres en todo lo referente al sueño de los bebés.
Hasta ahora, Cevallos ha tenido alrededor de 40 clientes. De estos, asegura, un solo bebé continuó teniendo problemas con su ciclo de sueño. En estos casos, su empresa ofrece una devolución de un 80% del dinero.
Andrea Cevallos estudió Relaciones Internacionales y Ciencias Políticas en la Universidad San Francisco de Quito (USFQ). Además de su emprendimiento, ella ejerce también su carrera como traductora en la embajada canadiense.
Criar y educar
Daniela Bravo tiene 35 años. Ella supo que iba a tener un bebé a los 26, algo que no estaba dentro de sus planes en ese momento, pero que terminó convirtiéndose en una experiencia sumamente grata.
Hoy, Bruno tiene nueve años, cursa el quinto año de educación básica. Le gustan las películas de Marvel y dice que ha visto ‘Alicia en el país de las maravillas’ “como unas 10 veces”, mientras se levanta de la cama donde ve la televisión con sus primas pequeñas.
Daniela es profesora de inglés en un colegio de la capital. Uno de las nuevas aficiones de Bruno es cantar; lo hace con mucha naturalidad y, pese a que no ha tenido una formación musical normal, entona un tema de electrónica con enorme facilidad. Su abuelo, sus tíos y buena parte de la familia son músicos, su madre es, además, tecnóloga en sonido, así que la música ha estado muy presente en su entorno.
Cuando canta, no le da vergüenza con la cámara y las letras, en inglés, se las sabe a la perfección y la correcta pronunciación de las palabras no le cuesta en absoluto. Probablemente una de las ventajas de tener una madre que se dedica a enseñar inglés.
Cuando le dicen, después de terminar la canción, que el video va a salir en EL COMERCIO, se emociona y dice que es “una buena sorpresa”. A continuación, se pone cariñoso un rato con Daniela y regresa a ver la película con sus primas.
Ella asegura que ser maestra y madre son dos facetas sumamente relacionadas y que, gracias a la que ha tenido la oportunidad de tener ambas, ha logrado aprender muchísimo, tanto en la enseñanza de otros niños como en la crianza de su propio hijo.