El cronista Juan Villoro posa durante la presentación de su libro ‘Balón Dividido’. Foto: EFE
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Quiso ser futbolista y se llegó a probar con la reserva de los Pumas –quién lo diría si hoy es más que necaxista–, sabiendo que no lograría ingresar. No tuvo más remedio, y qué bueno, que desatar la pasión pambolera a través de la escritura. Se llama Juan Villoro y es uno de los mejores cronistas de nuestro tiempo.
Su modestia siempre va por delante. Niega ser un especialista en fútbol, un historiador del deporte, vaya, menos un cronista deportivo. Pero lo que nunca podrá negar es que tiene una gran habilidad para seducir lectores también a través de una de sus grandes pasiones desde la infancia: el balompié. El cronista laureado con galardones literarios como el Premio Herralde (2004) y el Premio Iberoamericano de Letras José Donoso (2012), entre otros, acaba de publicar el volumen de retratos y crónicas Balón dividido bajo el sello de Editorial Planeta, donde aparecen personajes como Piqué, Messi, Pep Guardiola y Cristiano Ronaldo, en conexión con la literatura, la historia y la sicología.
En él, como lo ha hecho anteriormente con libros como Dios es redondo, conjuga y coparte su afición por el futbol, su desarrollado ojo crítico para ver más allá de una jugada en la cancha y de lo que las cámaras de televisión suelen transmitir. Como testigo que reconoce que esta práctica deportiva “es un catalizador de la manipulación política, la especulación económica, el dopaje, el nacionalismo, la xenofobia, el racismo, y sí, el machismo”, encuentra también en el futbol, el mejor recuerdo de su padre, el filósofo e investigador Luis Villoro (España, 1922 – Ciudad de México, 2014), fallecido hace menos de tres meses. Aquí, el resultado de una charla con el aficionado Juan Villoro.
De Sudáfrica a Brasil, pasaron cosas nuevas en el futbol mexicano a nivel selección, algunas lo aterrizaron… ¿Eso alimentó tu pasión por el Tri y tus esperanzas de que podrá hacerse algo distinto en Brasil o no?
Los aficionados hemos vivido en una montaña rusa, de la zozobra y la esperanza. Los dos campeonatos mundiales Sub17 y la medalla de oro en Londres nos autorizaron a soñar en algo grande. No sólo se ganó en esos torneos sino que se hizo con gran autoridad. Además, en su primera fase, la selección del “Chepo” (José Manuel De la Torre) había sido muy consistente. Pero luego vino la debacle. ¿Qué enseñanza nos deja esto? Que hay muy buen material humano pero que nos falta organización. En nuestro futbol el negocio no se asocia con el rendimiento deportivo. Se puede ganar mucho aunque los equipos no jueguen bien y eso acaba afectando a la selección.
Vivir el futbol desde México sin duda ha enriquecido tu legado literario futbolero, ¿sería igual si lo hubieras vivido desde otro país?
Nadie escapa a su circunstancia. Ser mexicano te enfrenta a una manera muy especial de vivir el futbol. Nuestras ilusiones y esperanzas no dependen de la realidad ni del marcador. El futbol es un maravilloso pretexto para estar juntos y festejarnos a nosotros mismos. Llenamos los estadios y nos divertimos más allá de lo que pase en la cancha. Vemos el deporte de una manera festiva, gregaria, no muy competitiva. Esto no significa que disfrutemos la derrota. ¡No somos tan masoquistas! Esperamos el triunfo pero sabemos que depende más de la diosa Chiripa que de condiciones técnicas.
Esa esperanza perpetua de que nuestra selección nos hará felices jugando un quinto partido o una final es una de las causas por las que muchos mexicanos tienen en la “banca” y lista para entrar a la selección de otro país. ¿Una característica muy mexicana?
Junto con Brasil, Italia y Alemania, México es una de las selecciones que ha estado más presente en los Mundiales. Obviamente es la que peor récord tiene entre los asistentes habituales a la gesta. Después de décadas de vivir esto, no podemos esperar triunfos seguros; por eso más vale que tengamos algún equipo paralelo para seguirlo en la siguiente ronda.
En esta época de “futbolitis” ¿por qué extrañarás más a ese personaje que, como cuentas en Balón Dividido, te llevaba a los estadios de niño y te escribía las tablas de posiciones de la liga cuando andabas de viaje?
Nunca dejaré de relacionar el futbol con mi padre (Luis Villoro). Me llevaba a los estadios, como bien dices, y me mantenía al tanto de la tabla de posiciones cuando yo estaba de viaje. Durante años me pareció algo natural. Ahora sé que él hacía un esfuerzo para estar al tanto del futbol (le gustaba pero no tanto). En Balón dividido evoco la relación filial que cristaliza en los estadios. Cuando me siento en las gradas, tengo una rara sensación de afecto y confianza: mi padre me acompaña, aunque ya no esté entre nosotros…
¿Cuál y cómo fue tu última charla sobre futbol con tu padre?
Hablamos del Barça, el equipo de sus amores, que llegaba al final de un ciclo, igual que mi padre.
El título de este libro podría definir también al país que albergará el próximo mundial, donde Pelé pide a la gente que apoye a su selección porque es “su” símbolo y donde Romario pide callar las barbaridades que Pelé dice. Es un país históricamente unido por el balón. ¿Qué te despierta eso como aficionado, como analista?
Es muy interesante lo que sucede en Brasil. Durante el gobierno de Lula (Da Silva) unos 20 millones de brasileños salieron de la pobreza y adquirieron otros hábitos (por ejemplo, 10 millones de ellos viajaron por primera vez en avión). Esta mejoría no acabó con la pobreza pero mitigó las desigualdades y produjo una sociedad más crítica. La gente que accede a beneficios que antes no tenía, cuestiona más las cosas que quienes sólo conocen la pobreza. Tocqueville decía que las revoluciones no son hechas por los desposeídos sino por quienes ya tienen algo que no les parece suficiente. El derroche que implica un Mundial ha sido criticado con toda razón en Brasil. Es uno de los países más fanáticos en lo que se refiere al futbol, pero pasa por un proceso social que no acepta el circo a cualquier precio.
Lo que pasa en Brasil ¿te ha inspirado a abordar el tema?
Desde el punto de vista literario, las crisis siempre estimulan mucho más que los éxitos.
¿Estarás ahí?
Este Mundial coincide con la debacle económica de los periódicos. Las televisoras comerciales son las dueñas del balón. Tuve opción de ir con alguna, pero me siento como un pez fuera del agua, así.
¿Ya compraste la última playera del Tri? ¿Con qué nombre en los dorsales? ¿J. Villoro o Chicharito o “Gullit” o Peralta? ¿La roja o la verde o tienes alguna anterior que es tu preferida?
Tengo varias, pero sin mi nombre, porque no merece estar en esa investidura. La que más me gusta es la camiseta negra.
De los dos tipos de aficionados que describes en Balón Dividido, “el materialista” y “el romántico”, ¿en cuál te ubicas tú y por qué?
Le voy al Necaxa, lo cual quiere decir que soy experto en sufrimiento, tengo una gran paciencia y conozco glorias escasas pero inolvidables.
Dices: uno de los mayores desafíos de un futbolista es la soledad… ¿De un futbolista mexicano de la selección, cuál será?
El futbolista pasa mucho tiempo lejos de su familia, concentrado en hoteles y también cambia de compañeros con frecuencia. No es fácil adaptarse a esa vida.
¿Y de un aficionado mexicano?
El mayor desafío del aficionado es convencerse de que la ilusión es más importante que la realidad.
¿De qué forma Juan Villoro aficionado al futbol ha alimentado a Juan Villoro escritor?
Un escritor ve símbolos, personajes e historias por todas partes. Es como miro el futbol.
¿Qué te mueres por ver en Brasil, qué no te quieres perder?
En plan épico, me gustaría ver un Brasil portentoso. En plan dramático, me gustaría que Argentina le ganara a Brasil, provocando un nuevo “Maracanazo”. Claro, en plan de ciencia ficción, me gustaría ver a México en el quinto partido.
Como aficionado, ¿en qué te pareces al resto de los fans mexicanos?
Al analizar a la Selección, temo lo peor. En cuanto empieza el partido, espero lo mejor. El aficionado vive de supersticiones, no de certezas.
¿Cuál es tu posición ideal para ver un partido en un estadio? ¿Por qué?
Me gusta estar en una tribuna superior, cerca en diagonal a una de las porterías. No podría ver el partido desde el banquillo del entrenador. Prefiero esa distancia en la que ves los movimientos de los jugadores cuando no tienen el balón (algo que no percibes en televisión).
¿Es posible pronosticar cuál será el apellido del jugador mexicano que retumbe, para bien o para mal, en el Mundial de Brasil?
Me gustaría que Oribe (Peralta) volviera a justificar su apellido de “fabricante de oro”, aunque cometió el pecado de fichar por el América antes del Mundial. Hasta en eso somos peculiares. El Mundial es una vitrina donde los jugadores muestran lo que tienen, de modo que los fichajes más importantes vienen después. Aunque otro equipo se interese en Oribe, ya está comprometido con el América…. Brasil será su despedida de soltero.