Ictioterapia y aventura en el río Piatúa

Un balneario con una oferta diversa de actividades se promociona en Pastaza. Los peces son parte del atractivo. Foto: Glenda Giacometti/ EL COMERCIO.

Un balneario con una oferta diversa de actividades se promociona en Pastaza. Los peces son parte del atractivo. Foto: Glenda Giacometti/ EL COMERCIO.

Un balneario con una oferta diversa de actividades se promociona en Pastaza. Los peces son parte del atractivo. Foto: Glenda Giacometti/ EL COMERCIO.

Permanecer quieto y con los pies sumergidos en las aguas tranquilas y claras del río Piatúa, en Santa Clara, tiene una recompensa. Diminutos peces se acercan tímidamente para alimentarse de la piel muerta acumulada en los pies de los turistas, provocando un cosquilleo muy relajante.

Esa actividad se llama ictioterapia (terapia de peces), y es muy efectiva para reducir el estrés. Pero a diferencia de los costosos spa que ofrecen este servicio con peces de laboratorio, en el balneario de Piatúa la terapia es gratuita y natural, debido a que los peces son silvestres y abundan en el río.

“Los días soleados de verano son los más apropiados para gozar de los peces. Las aguas son muy tranquilas y cuando no llueve ellos aparecen”, cuenta Mariela Gavilánez, administradora del balneario.

Ella dice que nadie sabe cómo aparecieron los pequeños peces, conocidos por la gente nativa del sector como sardinas y carachamas, pero se han convertido en una de las principales atracciones del cantón Santa Clara, situado a 40 minutos de Puyo, en la vía a Tena.

Decenas de turistas llegan, especialmente los fines de semana y feriados, para sentir el singular roce de los pequeños peces. Los expertos dicen que mirar los peces y sentirlos es ideal para reducir cargas de estrés y además, funcionan como una especie de exfoliante debido a que succionan las células muertas.

Dayana Carpio y su hermana Sarahí viajaron desde Ambato para vivir esa experiencia. “Tuvimos que esperar como diez minutos en el río y los peces se empezaron a acercar. Es una sensación muy divertida, nos reímos durante horas”.

Pero esa no es la única actividad que se puede realizar en el balneario. La corriente tranquila y la profundidad del río también lo convirtieron en un sitio adecuado para navegar en kayak o tomar un baño.

Los aventureros usualmente llegan con su propio equipo deportivo. Recorren por los senderos marcados en la selva y se lanzan al río.

“Es de los mejores lugares en los que he navegado. Incluso cuando hay verano, el agua es lo suficientemente profunda para recorrerla, tiene rápidos y zonas tranquilas”, cuenta Pablo Uribe, un deportista.

El balneario cuenta con cinco pequeñas cabañas con parrillas, mesones, y agua potable, para que las familias que visitan el sitio preparen sus propios alimentos.

Hay una gran cantidad de leña a su disposición, aunque es recomendable que lleven carbón. El alquiler cuesta USD 5.

Sin embargo, para los que planifican tener un día de descanso en el río y prefieren no cocinar, también hay un restaurante donde se ofertan comidas típicas de la Amazonía. Allí hay maitos, tilapias cocidas en hojas bijao, menestras, ceviches volqueteros, y otras preparaciones que cuestan entre USD 3 y 5.

El restaurante es parte de un emprendimiento familiar. “El objetivo es rescatar la gastronomía y el estilo de vida ancestral, además de mejorar los ingresos de la gente de este sector”, explica Gavilánez.

En el balneario también hay una cabaña construida con técnicas indígenas y maderas amazónicas. Tiene capacidad para alojar a 11 personas.

Las habitaciones están equipadas con las comodidades básicas, pero no tienen televisores ni artefactos tecnológicos. La idea es que los huéspedes puedan convivir con la naturaleza, y alejarse del estrés y el ruido de las ciudades.

El hospedaje cuesta USD 10 y no es necesario hacer reservaciones previas.

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