El proyecto municipal lleva obras de gran formato a muros y edificios del centro de Guayaquil. Foto: Enrique Pesantes/ EL COMERCIO.
Los detalles de una mariposa búho, con un gran ‘ojo’ que mira a los transeúntes desde el muro. Un corazón con productos y parajes emblemáticos locales, planteado como un escudo. Y dos personajes en los extremos de las clases sociales, uno bajo el otro, en una forma circular, como en un ‘yin -yang’ de la corrupción.
Se trata de las tres obras de gran formato del Festival de Arte Urbano Municipal Guayarte, una fase del proyecto que cuenta con dos artistas internacionales invitados y uno ecuatoriano, y que llena de color muros y fachadas del centro de Guayaquil. Los artistas comenzaron a trabajar a inicios de semana y esperan concluir hasta este sábado 25 de noviembre de 2017.
Fiel a su estilo, el ecuatoriano Apitatán conjuga un personaje de rasgos étnicos mestizos, con moño, zapatillas y un cuchillo en el cinto, en una rueda con otro personaje, un ‘colorado’ con traje y una bolsa de dinero en la mano.
La obra del quiteño Juan Sebastián Aguirre, conocido como Apitatán, alude a la corrupción como un ciclo vicioso y a la relación entre ciudadanía, sociedad y los altos cargos del poder. “No podemos lavarnos las manos y decir que la culpa es solo de unos u otros, es algo de lo que todos formamos parte,
o todos lo frenamos o todos lo alimentamos”.
El artista es elevado a 30 metros de altura en una canastilla, gracias al brazo mecánico de una grúa, junto con sus dos colaboradores, y puesto frente a la fachada lateral de un edificio de seis pisos en la esquina de las calles Panamá y Víctor Manuel Rendón.
Junto a Apitatán trabajan en el centro de la ciudad el artista mexicano Frank Salvador y el francés Mantra, que cubre con pintura acrílica un muro adjunto al mercado artesanal de la calle Loja y Baquerizo Moreno, una pared de casi siete metros de altura por unos 18 de ancho, en donde emerge el ala de una mariposa latinoamericana. “La intención es, primero, cambiar el entorno, transformarlo, traer algo de la espectacularidad de la naturaleza a la ciudad”, explicó el francés.
El mexicano, por su parte, trabaja en la fachada lateral de un edificio de cuatro pisos de las calles Loja y Córdova. Armado de acrílicos y aerosol, subido en una canastilla a 20 metros de altura, Salvador pinta un gran corazón que contiene bajo sus ventrículos y arterias olas marinas, un enorme camarón y un plátano verde, en una pieza que incluirá también al río Guayas, una casa de caña y montañas nevadas, como una forma de homenajear a la identidad local. “En mis trabajos procuro dejarle un escudo a la gente, algo que los identifique”, indicó Salvador.
Con este proyecto, el Municipio porteño deja atrás una tradición de persecución al grafiti y al arte urbano, y le reconoce una categoría artística.