Cuando tenía 11 años, Eugenia González Tinajero recitó, al pie de un gran árbol de aguacate, una poesía en honor a su ilustre tío tatarabuelo, don Juan Montalvo Fiallos.
El motivo: la llegada, desde Guayaquil, del cuerpo momificado del autor de ‘El Cosmopolita’ a su natal Ambato, en 1932.
Ahora, a sus 92 años, Eugenia González, cierra los ojos verdes, respira y mueve sus manos, mientras recita los versos que nunca olvidó: “Bajo un árbol frondoso y corpulento/ el genio de la luz por la mañana/ enciende al astro rey que engalana/ la bóveda azul del firmamento/ surge la idea/ enciende el pensamiento/ quizás el más grande de la raza hispana/ mueve el sabio su pluma tan galana inspirándose solo en el momento/ y de España esa fuente generosa/ mojó esa pluma y honró un continente y hoy todo el mundo pregona su grandeza”.
Eugenia sonríe. “Mis padres -dice- me llevaron al árbol preferido de Juan Montalvo, en Baños, donde recité. Yo vestía de blanco, como un ángel, me subieron a una mesa, la gente aplaudía y el árbol inmenso cubría a todos”.
Linette y Karla Granja, primas y nietas de doña Eugenia, aplauden a la abuela, quien se ruboriza y se lleva las manos al pelo blanco. “Bueno -dice-, como justificándose, me faltaron unos versitos, pero recité la esencia del poema”.
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Eugenia vive en un confortable departamento, en la avenida Granda Centeno, a tres cuadras de Teleamazonas, norte de Quito. La niebla de una tarde de lluvia cubre una amplia ventana, como una sutil cortina.
A un costado, en un estante, se hallan varias muñecas de hoja de choclo y de papel maché, elaboradas por Eugenia, inteligente y ocurrida, quien ha heredado el pelo crespo de Montalvo.
“Yo crecí -continúa- con los libros de Juan Montalvo, en mi familia su espíritu grande y libertario siempre estuvo presente; Juan González Montalvo, papá Juan, mi abuelo, era su sobrino; a su vez, la madre de mi abuelo, Alegría Montalvo Fiallos, fue hermana del escritor”. Su abuelo fue coronel de las huestes de Alfaro.
Las nietas escuchan con atención, a ratos corrigen un nombre o una fecha cuando la abuela se equivoca. Pero su memoria predomina y dice que los mejores días de infancia los pasó en la hacienda de Puntzán, en Baños, de propiedad del escritor.
“Yo nací en esa hacienda, atrás de la cascada de la Virgen de Agua Santa; era un vergel, cultivábamos de todo, caña de azúcar, claudias, chamburos, aguacates, duraznos. Mis padres, Adriano González López, hijo de papá Juan, y mi madre, Enriqueta Tinajero, de Ambato, siempre nos llevaban a las vacaciones en Puntzán”. La abuela pide a las nietas que traigan los libros que conserva. Pronto, ellas van al dormitorio y traen un paquete en el que destaca la célebre ‘Geometría Moral’, editada el 25 de agosto de 1902, en Madrid, y prologada por el escritor Juan Varela.
Orgullosa, Eugenia hojea ‘Las Catilinarias’ y un espistolario que contiene 462 cartas de Montalvo, íntimas, literarias, de amor.
¿Juan Montalvo tuvo varias mujeres?, le pregunto. Eugenia cierra el epistolario. “Francamente de eso no sé mucho”, responde. Más bien añade que era guapo.
El cadáver del autor de ‘Capítulos que se olvidaron a Cervantes’ es otra imagen que siempre le inquietó. “Vi sus restos en Ambato, estaba enterito. Bien peinado, elegante como era él. Siempre de negro, usaba corbatín. Vea, es igualito a mi hermano Temístocles, parecen gemelos. Le decíamos Timi. Murió hace años, en EE.UU., allí trabajaba, yo me quedé con los dos hijos”.
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Con picardía recuerda que el abuelo conoció a “mamita Amelita, una mujer guapa, y se enamoró tanto que la sacó del convento de las Hermanas de la Caridad; papá Juan era militar en la zona de la Shell, Puyo, se enfermó y le trajeron al Hospital Militar de Quito, Amelita fue a visitarlo y él le pidió que se casaran, eso pasó”.
De Adriano, el padre, dice que era constructor de carreteras.
“Tenía contratos enormes, por ejemplo, la vía al Oriente por el Puyo. Hizo una carretera a Santo Domingo de los Colorados; cuando entregaba los contratos hacía tremendas fiestas y se acababa la plata en Baños y en Ambato, bailaban hasta en las vías”.
Linette, traductora de idiomas, y Karla, ingeniera comercial, comparten la alegría de la abuela de ser descendientes de uno de los grandes autores de América.
Descendencia paterna
Mario Mora, director de la Casa de Montalvo, dio, en el 2000, un certificado a Lily González, hermana de Eugenia. Allí está la descendencia. Primera generación: Doña Alegría Montalvo Fiallos (hermana de Juan Montalvo).
Segunda generación: Juan González Montalvo (hijo de doña Alegría Montalvo).
Tercera generación: Adriano González López (hijo de Juan González Montalvo).
Cuarta generación: Eugenia, Lily, Temístocles y Fausto González Tinajero (hijos de Adriano).