Desde el balcón de la casona se escucha el río Guayas golpeando en la orilla. Yela Loffredo escogió el barrio Las Peñas cuando su esposo, Paul Klein, un árbitro mundial de ajedrez, le propuso dos sitios para vivir en Guayaquil.
La brisa del ‘manso’ entra por los ventanales y mueve el cabello rojizo de esta mujer, la única sobreviviente de 14 hermanos.
Desde los sillones del salón observa pasar las lanchas rápidas y las lentas embarcaciones que llevan arena por el Guayas. Conoce el olor de la humedad cuando baja la marea. Camina entre muebles de cojines blancos y una mesa grande de piedra hasta asomarse, en las tardes, ante ese río que la conecta a la ciudad donde nació.
“Guayaquil es vida para mí, movimiento, música, alegría”. Nació el 22 de julio de 1924, como decimotercera hija de Salvatore Loffredo, un emigrante italiano, y Julia Rodríguez, una guayaquileña.
Las fuertes raíces en esta tierra solo le permiten alejarse los tres meses de vacaciones a la playa, donde pasa con su familia. El resto de su tiempo es para este puerto de historias sinuosas, de dureza cotidiana, que la llena de energía.
Sus bellos ojos color miel casi se cierran cuando sonríe y se iluminan con cada recuerdo y cuando habla de la ciudad encantadora, y de la “patria, que aún necesita un empujoncito para avanzar…”.
Tiene una energía vital que contagia y una calidez que abriga cualquiera de esas tardes frías de verano. Conserva los rasgos de la reina de belleza que fue, con su piel blanca llena de pecas.
A los 18 años fue escogida en el Colegio de Señoritas Guayaquil para concursar a reina Caisa del Círculo de Ajedrez. Ganó el certamen y el amor de su vida, el alemán Paul Klein Wolf.
La gran sala que da al Guayas, los pasillos hacia las habitaciones, al comedor y al ‘lobby’ parecen una galería de arte. De las paredes cuelgan los cuadros de amigos entrañables y conocidos del mundo que habita hace más de 50 años. Aráuz, Tábara, Guayasamín, Constante, Carreño, Kingman, Hans y Elsie Michaelson…
A la ligera se pueden contar más de 170 cuadros, incluidos los que están en su dormitorio junto a retratos y fotografías en blanco y negro que cuentan la historia de la familia Klein Loffredo. Cinco hijos, un varón y cuatro mujeres, nietos, bisnietos, también marcados por el arte y la belleza. Su hija Tanya, diseñadora de interiores, fue Miss Ecuador (1964), y su nieta Ariana Mandini también ganó esa corona en 1993.
En una esquina de la sala está‘Duende nocturno’ con una leyenda: “A la querida amiga y colega, cordialmente, 66, Tábara”. La plástica está atada a su carrera; de ahí salieron sus grandes maestros en la escultura. En 1960 se matriculó en la Escuela de Bellas Artes, entonces dirigida por el maestro Alfredo Palacio Moreno, que le enseñó a diseñar, moldear y transformar el bronce y piedra en arte. Con los años aprendió con marmolina, cobre, aluminio y resina.
Theo Constante fue su maestro de dibujo en la escuela de artes. Para él, a pesar de los años, Yela tiene la calidad artística para mantenerse. Era una destacada alumna y una gestora importante. En 1966, con un grupo de amigos, entre ellos Alfredo Palacio, Lucho Portilla y otros, creó la Asociación Cultural Las Peñas. Cada año, una exposición en julio llena de pinturas y esculturas la calle empedrada Numa Pompilio Llona, en Las Peñas, donde queda su casona pintada de blanco, y en la planta baja su taller de trabajo.
En la gran sala, en las esquinas, sobre taburetes y mesas de piedra se muestra su magia artística. Las ‘Venus de Valdivia’, ‘Los amantes de Sumpa’, ‘El encanto de las gordas’. Pero hay una colección emblemática y única: ‘Los cuatro jinetes del Apocalipsis’, de la que nunca ha vendido una pieza. Su maestro Palacio le aconsejó que cuando creyera que había hecho una excelente obra la guardara para ella e hiciera una colección.
Juan Hadatti, crítico de arte y su amigo, dice que todo lo que esculpe es de calidad, pero es sobresaliente en el tratamiento de las escenas de parejas, desnudos masculinos y femeninos. “En todo lo que corresponde, por varios materiales y dimensiones, lo que mejor hace es de la pareja humana, lo erótico, amoroso…”.
En uno de los pasillos hay una estantería llena de placas y reconocimientos, entre esos un busto de Yela. Fue un regalo de cumpleaños que hace dos años le hizo Gastón Macías, un escultor y pintor que trabaja hace 19 años con ella. Él conoce de la dinámica de esta mujer que no solo ha sido su maestra, sino una madre. Macías estudió en la Escuela de Bellas Artes pero fue junto a ‘Oma’ (abuela en alemán), como le dicen todos en la casa, que se perfeccionó.
A un costado de la sala está su colección privada precolombina con miles de piezas. A finales de los cincuenta estudió arqueología con Francisco Huerta Rendón y Carlos Zevallos Menéndez. Conociendo esa pasión se entiende el origen de sus colecciones ‘Los amantes de Sumpa’, una pareja en todas las formas amatorias, y las ‘Venus de Valdivia’. Gastón rescata una de las características de su escultura. La mayoría carece de rostros y extremidades, ella cree que los brazos restan belleza a lo corporal, al torso del hombre y a los pechos de mujer…
En exposición
En la Casa de la Cultura del Guayas se inaugura hoy ‘La magia de Yela’, que será la última exposición individual de la artista.
La muestra reúne 70 esculturas hechas en marmolina, bronce, aluminio y cobre.
Un proyecto en marcha de la artista es ‘Caballo brioso’, una cabeza de 5 metros que será colocada en el Malecón del Salado.
HOJA DE VIDA
Yela Loffredo
Su experiencia. Se graduó en Ciencias Biológicas, pero estudió Bellas Artes y Arqueología. Ganó el Premio Nacional Eugenio Espejo a las Artes Plásticas en 1999.
Sus cargos. Directora Cultural de la Espol, 32 años. Directora del Museo Municipal de Guayaquil, y otros.