El arupo es uno de los árboles más tradicionales del Ecuador. Sus bellas flores violetas son muy ornamentales. ¿Un ejemplo? La Plaza de la Independencia de Quito.
Lo interesante es que el arbolito en cuestión es pariente nada menos que del olivo. Por lo mismo, su fruto es una drupa parecida a la aceituna aunque, obviamente, no es comestible. Es un árbol que puede alcanzar los 10 metros de altura.
Luis Cordero lo hace originario de Loja y el médico quiteño del siglo XIX, José María Troya, afirmaba que el polvo de la corteza es purgante en dosis de dos a tres gramos.
Su cultivo, como el de la mayoría de especies endémicas del país, es sencillo. Solo precisa de un suelo rico en materia orgánica, un riego selectivo, podas periódicas y protegerlo del pulgón y la cochinilla.
La propagación se realiza mediante estacas (12 a 15 cm) directamente implantadas en el terreno o por semillas.
El riego debe ser frecuente y en pequeñas dosis, eligiendo las horas tempranas de la mañana para la tarea. En invierno no es necesario. Normalmente solo se lleva a cabo el abonado nitrogenado, en forma de urea al 4% (0,5-1 kg por árbol). Es una planta ávida de luz. Una deficiencia de esta reduce la formación de flores o disminuye su tamaño.