El cambio de la matriz productiva no contempla a carreras universitarias que tienen poca demanda. Para algunas profesiones, en universidades como la Católica, la Central y la San Francisco, cuando mucho hay 10 alumnos por aula.
Este año, Renata Mantilla, de 22 años, se convirtió en la única alumna de noveno semestre en Ciencias Políticas, en la U. Central. Quiere ser politóloga. Las autoridades fusionaron esa carrera con Sociología, para que pueda egresar. No era posible abrir una clase solo para ella y tuvo que revalidar materias.
Saldrá con el título de licenciada en Sociología, aplicada a las ciencias políticas. Le habría gustado aprender más sobre partidos políticos o poder democrático, pero no se pudo.
La suya es una de las carreras cuya vigencia será examinada por las principales autoridades de la universidad. Nelson Rodríguez, vicerrector académico, indicó que trabajan en rediseños curriculares y estudian la demanda y pertinencia, para presentar nuevas ofertas.
El Consejo de Educación Superior (CES) es el que elabora el Reglamento de nomenclaturas de títulos. Solo a nivel de grado (tercer nivel) hay 1 800, pero además están el posgrado y lo técnico y tecnológico.
Antes, cada institución le ponía una denominación diferente a una misma carrera. Por eso hay 40 títulos para la licenciatura en Administración de Empresas. Eso no permite homologaciones de un país a otro. El objetivo es agrupar las titulaciones según el área del conocimiento y reducir la oferta total a menos de 500.
Pero más allá de eso, las ‘U’ buscan ponerse a tono con las exigencias del cambio de la matriz productiva y de la demanda, en uso de su autonomía. Las cifras del Sistema Nacional de Admisión y Nivelación les permite mirar en blanco y negro la oferta y demanda y decidir.
Rodríguez señala que ofrecen cuatro títulos en Psicología: Educativa, Infantil, Industrial y Clínica. Y el nuevo horizonte les plantea la necesidad de graduar psicólogos y dejar especializaciones para el posgrado. Se necesitaría una de adultos mayores, por ejemplo.
Carlos Peña ha escuchado hablar sobre las carreras que permitirán cambiar la matriz. Quisiera que se le ponga atención a lo social y no solo a las ingenierías. En un par de semanas será el único historiador que en este ciclo egrese de la U. Católica. En la Escuela de Ciencias Históricas apenas estudian 52 alumnos.
La carrera no se abre cada semestre sino cada año, para que los jóvenes reciban materias de forma conjunta. El promedio por clase es de 10. El Gobierno habla de identidad y cultura, destaca Peña, y prosigue: “La historia, la antropología, la arqueología ayudan a la construcción de la identidad. La revolución ciudadana se ha basado en el Alfarismo. Se requiere entender qué significó. Es importante”.
En esa línea, Enrique Santos, vocal del CES, sostiene que hay títulos que no tienen impacto directo en el cambio de la matriz productiva. Pero sí en la matriz cognitiva, en la cultura e identidad nacional.
Santos reitera que el país no solo necesita biotecnólogos o ingenieros de petróleo. También son importantes los historiadores, para que la sociedad recupere y construya la memoria. Los antropólogos, dice, deberían incorporarse a los procesos de transferencia tecnológica, ayudarían a entender cómo los grupos humanos aceptan o no el cambio.
Entre estudiantes de carreras poco demandadas se produce ese tipo de debates. Sobre ellos también recaen cuestionamientos de familiares. Les preguntan ¿de qué vivirás? Les piden dejarlo como un hobby y elegir algo rentable. Pero al final la vocación pesa.
Esos comentarios escuchaba Pedro Suing, de 23 años. Cursa el séptimo semestre del Colegio de Música de la U. San Francisco de Quito. Sigue Producción Musical y Sonido. La otra opción disponible ahí es Música Contemporánea.
Pese a todo decidió estudiar lo que le hace feliz y le apasiona. No pensó en conseguir un empleo rápido. “La carrera va de la mano del arte y de la tecnología. Una escena de una película de terror sin sonido no tiene sentido”, describe.
Recibe clases con unos ocho compañeros en su semestre. Hace 15 años había 30 alumnos. Hoy son 401, no solo nacionales sino colombianos, venezolanos, peruanos, costarricenses, argentinos… y 38 profesores. Es una escuela aliada al Berkeley College of Music de Boston.
Cada vez se entiende mejor que la música es una profesión. Esta rama ayuda al cambio de la matriz productiva, cultural y de identidad, puntaliza Teresa Brauer. Ella dirige la carrera de Producción musical.
En la universidad, con proyectos aprenden que la industria musical es un gran negocio. Sus graduados seguramente no integrarán nóminas de empresas, pero de forma independiente podrán facturar por crear contenidos para celulares, música, películas y programas de televisión…
En contexto
En el 2013, la Asamblea Nacional aprobó las leyes de creación de universidades como Yachay e Ikiam, para el cambio de la matriz productiva. Pero también de Educación y Uniartes, enfocadas en la preparación de maestros y en los temas artísticos-culturales.
[[OBJECT]]