Una esquina de Galletti. Las pizarras en realidad están pensadas para explayarse en la oferta cafetera. Foto: Paúl Rivas/ EL COMERCIO
Es como el amor a primera vista (o siendo sinceros, como ese alboroto físico que provoca conocer a alguien guapísimo). La belleza embriaga y quienes conceptualizaron este lugar estaban pensando en moverle el piso a quien se pusiera en frente. Un sitio bellamente ambientado en un edificio antiguo, una oferta sofisticada (café y té, en sus versiones gourmet), personal risueño e informadísimo. ¿Qué más se puede pedir?
Como todo plan interesante no da espacio para el aburrimiento. Y uno puede optar según el ánimo. Está la faceta del café a la que se accede si uno opta por entrar por la puerta derecha de la casa de la Venezuela y Espejo, esquina. En el segundo piso, en no más de 40 metros cuadrados, siete mesas invitan a quedarse. Y aunque hay comida (sánduches, pasteles, galletas), las pizarras en realidad están pensadas para explayarse en la oferta cafetera; tampoco es extensísima, pero es considerable.
En una, los cafés que se hacen con la máquina espresso, y en la otra las infusiones. Si se escoge la oferta tradicional (o sea el café de máquina), el producto cumple las expectativas, sin duda (como un beso cariñoso en la frente), pero se pierde un poco el picante de la emoción. En cambio si se pide una infusión del Brew Bar, las cosas se ponen más interesantes. ¿Bosque Nublado, Mujeres, Catedral Especial, Montaña? En su versión ¿Fench press, Aeropress, Chemex, V60…? Solo toca hacer la combinación.
Mi Té, un salón de té en toda regla, en el que los detalles, en la decoración y el producto. Foto: Paúl Rivas/ EL COMERCIO
Una vez escogido el tipo de café (ante la duda mejor preguntar a uno de los chicos), el ritual continúa con uno de los baristas acercándose con el café recién molido en una taza ancha de hierro enlozado para dejar que el café entre primero por la nariz. Y si en ese momento no empiezan a despertarse los sentidos es que uno está muerto.
La infusión de café suele ser más suave. La de Bosque Nublado French Press, por ejemplo, es ligera, aromática y algo untuosa, por eso deja una textura aterciopelada en el paladar. Y ácida (ese dato es cortesía del barista).
Como la belleza induce a excederse, bien podría tomarse una segunda taza de café: Mujeres Aeropress, digamos. Y la cabeza empezará a flotar.
Otra opción, si el ánimo ha mudado o el espíritu es naturalmente inquieto y siempre busca experiencias nuevas, es bajar a Mi Té, un salón de té en toda regla, en el que los detalles, en la decoración y el producto (desde la manera de presentarlo, servirlo y su sabor), son la clave de todo.
Tomar una infusión de Belladona, que tarda entre 7 y 10 minutos en estar lista y que encapsula todos los sabores del higo -de sus hojas y su fruto- es la forma más rápida de rendirse a los encantos de Mi Té. A partir de ahí no hay retorno.
Cómo puede haberlo, si en lugar de carta, una señorita se acerca a la mesa con un sinnúmero de frasquitos de vidrio sobre una bandeja para que quien va a ordenar pueda mirar, oler y hasta tocar las hojitas de la infusión que escogerá. Hay 17 variedades, entre herbales y frutales, que se sirven todas en unos infusionadores coquetísimos (jarras plásticas que se activan a presión y dejan caer el líquido en la taza).
Es difícil no enamorarse así, o pretender que los sentidos no queden todo alborotados.