Estudiantes de la Universidad Central y vecinos de La Tola son parte de los talleres impartidos por K. Onishi. Fotos: Patricio Terán / EL COMERCIO
El artista performático Kentaro Onishi y el músico Ryuichi Ono dictarán talleres de arte contemporáneo, que se basan en las prácticas ancestrales japonesas, durante junio, en La Tola. Este intercambio cultural se dio gracias al proyecto Turn, de la Universidad de Artes de Tokio, y al programa de vinculación con la comunidad de la Facultad de Artes de la Universidad Central del Ecuador.
En la Casa Somos II de este barrio (Ríos y Oriente) se realizan los encuentros de danza. Onishi dirige el taller, en español e inglés. Cree que la técnica es importante, pero cuando los estudiantes están muy preocupados por eso, pierden el interés por el arte. Entonces, con la paciencia que da la sabiduría juega con los asistentes y va corrigiendo posturas y respiración.
El contenido del taller se basa en el baile Shicchoisa, tradicional de una aldea ubicada entre las montañas de la cordillera de Japón. La comunidad llega a acumular hasta cinco metros de nieve en el invierno. Los habitantes, para poder seguir con su cotidianidad, deben aplanar la nieve, creando ‘planos’ (hira). Es así que esa palabra (con su ideograma) llegó a formar parte del nombre de la aldea, que se lee Azamihira, aunque la llaman cariñosamente Azabiro.
El grupo aprende a través de actividades de conversación con las manos y expresiones faciales, activación del cuerpo, reflexiones sobre el equilibrio y otras discusiones. Onishi espera que la presentación final sea algo muy novedoso, tanto para él como para los vecinos de La Tola, por tratarse de un acto de improvisación y performático, en medio de las calles y parques del barrio.
Las actividades con Ono también se basan en la exploración del Japón antiguo y la reconsideración de lo que es la música. El taller se está llevando a cabo en la Casa de las Bandas (Ríos y Oriente) y la curiosidad por conocer qué es lo que propone se inicia al llegar al salón donde está trabajando.
De las cuerdas descubiertas de un piano salen unos hilos que están atados a diferentes puntos del auditorio. El músico japonés explica que esta es una forma de intervenir el espacio y así el piano extendido se convierte en un instrumento que puede ser tocado por varias personas a la vez.
Sus actividades también incluyeron la grabación de los sonidos del barrio, junto a estudiantes de Arte de la UCE, y la mezcla de los mismos. Este ejercicio se basa en la creencia antigua de que la música es intrínseca a los cuerpos.
El artista cuenta que el término Mono-no-ne se usaba en la antigüedad para referirse a la música, pero en lo que realmente está interesado es en la escritura en ideogramas de esta palabra, que se hace combinando los símbolos que significan “objeto” y “sonido”. Es decir, “todos los sonidos pueden ser música, solo hay que ordernarlos”, dice.
Esto es lo que se realiza en el taller. Las grabaciones de los sonidos del barrio suenan de fondo, mientras los asistentes van creando junto al maestro, por medio de las cuerdas y otros instrumentos, la ‘Sinfonía de La Tola’.