Geovanna Sánchez entrena a diario a este tipo de aves en el Zoológico de Guayllabamba. Foto: María Isabel Valarezo/ EL COMERCIO
Toño es un guarro adulto que desde el 2006 vive en el Zoológico de Quito, ubicado en Guayllabamba. El ave fue trasladada desde el parque Cóndor, en Otavalo, por falta de espacio.
Durante ese tiempo, Toño desarrolló una cercanía y familiaridad hacia los humanos, una costumbre que no le permitirá nunca más volar libre. Sin embargo, desde abril del 2014 Toño junto a Sinchy, un gavilán alicastaño de 4 años, y Curi, un curiquingue, salen de sus jaulas para dar paseos diarios por las instalaciones del centro de manejo de animal.
Lo hacen sostenidos en el antebrazo de Geovanna y Johnny Sánchez, dos guías encargados de convertirlos en los ‘atletas’ del lugar. Esto como parte de un proceso de entrenamiento para que estas aves puedan realizar vuelos de exhibición en una pequeña plaza que se espera construir en el zoológico.
Gavilán alicastaño (Parabuteo unicinctus). Habita desde el suroeste de EE.UU., Perú, Uruguay y hasta el sur de Chile y Argentina. Mide 60 cm y una envergadura de 1,20 m. Foto: María Isabel Valarezo/ ELCOMERCIO
Juan Manuel Carrión, director de ese centro de manejo animal, indica que uno de los principales problemas en la protección de estos animales es el miedo injustificado que algunas personas tienen, producto del desconocimiento. Precisamente para transformar esa falsa impresión acerca de los buitres, búhos y aves rapaces, el zoológico está implementando técnicas de cetrería que promueven el acercamiento entre estas aves y los visitantes.
Pablo Arias, veterinario del lugar desde hace ocho años, recuerda que Sinchy y Curi llegaron el 2013 al zoo. Al primero lo trajo la Policía del Ambiente.
El ave tenía bajo peso, parásitos y las personas con las que estuvo le cortaron algunas plumas que hasta la fecha no logra recuperar; Curi, en cambio, fue llevada por el Fondo Tueri de la Universidad San Francisco, luego de que la rescatara. Antes de que el ave llegara al zoológico, vivía en un barrio del sur de Quito entre gallinas y patos. “Comía arroz y había perdido su capacidad de volar”.
Arias sostiene que el propósito del proyecto no es domesticar a estos animales para proporcionar solo entretenimiento a los espectadores, sino que al interactuar con las aves, observar su vuelo y explicar a las personas sobre el cetrerismo, los visitantes adquieran respeto y pierden el temor que tienen ante las rapaces.
Guarro (Geranoaetus melanoleucus). Habita en la región Interandina, en zonas subtropicales y templadas. Mide entre 60 y 68 cm de longitud y se alimenta de mamíferos pequeños. Foto: María Isabel Valarezo/ EL COMERCIO
En el Ecuador existen 1 578 especies de aves. Aproximadamente el 84% de aves son residentes, el resto son especies migratorias. De acuerdo con el libro rojo de las aves del Ecuador, 92 especies, casi el 6%, se encuentran en peligro .
Por ello, en Guayllabamba se busca implementar la cetrería de forma didáctica. Es decir, que las aves no capturan presas reales sino señuelos con comida a través de vuelos al puño de entrenadores y visitantes.
Las tres aves tienen una dieta diferente a la de los otros animales. Un pollo diario de 20 gramos. La idea es que puedan tener un peso ideal para levantar vuelo. Además realizan vuelos cortos para desarrollar su musculatura. Geovanna, al igual que Carrión, concuerda que desde que las aves empezaron su entrenamiento su nivel de estrés disminuyó.
Está previsto que las aves completen su adiestramiento en un espacio ubicado en los alrededores del aeropuerto de Tababela. Donde otras seis aves también son entrenadas.
Curiquingue (Phalcoboenus carunculatus). Mide entre 56 y 64 cm. y 1,22 m de envergadura. Habita en la cordillera de Los Andes. Es carnívoro, come serpientes, polluelos… Foto: María Isabel Valarezo/ EL COMERCIO