Una terapia grupal en el Centro Cadum. Allí el psicólogo pide hacer conciencia de su mal. Foto: Galo Paguay/ El Comercio
Mario está próximo a cumplir dos meses de internamiento. Por el consumo excesivo de alcohol tuvo problemas con las leyes de tránsito e incluso le fue retirada su licencia de conducir. Por libar llegó al punto de dormir en parques o en las afueras de su domicilio.
Con la voz entrecortada, Mario reconoce que tocó fondo. Su principal motivación para internarse voluntariamente fueron sus tres nietas. “No quiero que ellas me vean en esas condiciones”, dice el paciente del Centro de Rehabilitación Dando una mano (Cadum).
Ecuador es el noveno país de Latinoamérica con más consumo de licor. Así lo revela un informe de la Organización Mundial de la Salud (OMS), presentado a mediados de año. Según el documento, los ecuatorianos beben 7,2 litros de esta sustancia per cápita anualmente. Entre las bebidas preferidas, se destaca la cerveza (67%).
Aunque el nivel de consumo en el país -de acuerdo con la propia OMS- bajó en los últimos años, el abuso de esta droga social puede llevar a las personas a situaciones de abandono extremo y alcoholismo. A pesar de que no se tienen datos sobre los bebedores crónicos en el país, el Instituto Nacional de Estadística y Censos (INEC) registró en el 2013 que 912 576 personas consumen algún tipo de bebidas alcohólicas en Ecuador. De ellas, el 89,7% corresponde a hombres y el 10,3% a mujeres.
El tratamiento a las personas con consumo problemático de alcohol forma parte del programa que desarrollará el Ministerio de Salud para brindar ayuda terapéutica a pacientes con diferentes adicciones.
A principios de mes, la Cartera de Estado anunció la construcción de ocho centros especializados en el tratamiento a personas con problemas de abuso de alcohol y otras drogas (Cetad). Sería al menos un centro, según Salud, en cada una de las zonas de planificación del país. Estas acciones tienen su sustento en el Plan Estratégico Nacional y Modelo de Atención de Salud Mental, presentado el 30 de julio pasado. En el texto se incorporó el componente de atención Integral al consumo de sustancias.
Como parte de la estrategia para disminuir la brecha entre los dos centros públicos de rehabilitación (uno está en Quito y próximamente se inaugurará otro en Guayaquil), el Ministerio podrá contratar los servicios de clínicas y centros privados que brinden este tipo de terapias y que cuenten con los permisos correspondientes.
Ese es el caso del Cadum, ubicado en el valle de Los Chillos. Miriam Maldonado, representante del centro, dice que la entidad tiene convenios con instituciones públicas y también brinda ayuda a las personas que deciden internarse voluntariamente. “Aquí respetamos los derechos de los pacientes y cumplimos toda la normativa desde hace más de 10 años”.
Otro de los requisitos que impuso el Ministerio del ramo es la presentación de un plan terapéutico previo a la renovación anual de los permisos en estos centros.
Son las 14:00 y 11 pacientes (tres con problemas de abuso de alcohol y el resto con adicción a otras sustancias) cumplen con su terapia grupal en Cadum. Utilizando una pizarra y marcadores negro y rojo, Gustavo Panchi, psicólogo experto en adicciones, habla con ellos sobre la responsabilidad y la toma de conciencia sobre su proceso de recuperación. Generalmente, el tratamiento dura ocho meses, tiempo en el que los pacientes permanecen internos, asegura.
Durante ese lapso, ellos reciben terapias físicas, para ayudar a eliminar las toxinas de su organismo. Las actividades ocupacionales, en cambio, buscan canalizar su motricidad y lograr que las personas se concentren. Además, asisten al plan de consejerías espirituales y vivenciales. “Lo que se busca es que los pacientes adquieran organización y cumplimiento de normas para cuando se reinserten a la sociedad”, dice Panchi.
En el informe ‘La niñez y adolescencia en el Ecuador contemporáneo. Avances y brechas en el ejercicio de derechos’, presentado el miércoles último, se afirma que la cuarta parte de los consumidores de alcohol comenzó a ingerirlo antes de los 14 años. Además, el documento señala que cuatro de cada 10 adolescentes hombres consumió alcohol en el último mes frente a tres de cada 10 mujeres.
Mario no duda al referir que sus problemas con la bebida se iniciaron en la adolescencia. “Siempre en las fiestas o en reuniones familiares había presencia de licor. Y con el tiempo eso se fue normalizando”.
El apoyo de la familia, a decir de Panchi, es primordial durante el proceso de recuperación. E incluso, los miembros del núcleo familiar también deben recibir un tratamiento especial. “No hay que olvidar que el adicto proviene de un entorno familiar que sufre por su condición”. Una vez cumplido el tratamiento, los profesionales realizan una valoración del paciente y recomiendan que se una a un grupo de apoyo para que no pierda foco de su estado: un enfermo en recuperación.
Desde hace 18 años, el Movimiento Alcohólicos Anónimos Grupo Quito brinda servicios gratuitos de consejería las 24 horas, pero con una particularidad, lo hacen de “alcohólico a alcohólico”. La frase es de Cristian C., quien forma parte de este grupo de apoyo desde hace dos años y medio.
En una pequeña sala del predio ubicado a pocos metros de la Asamblea Nacional, Cristian contó que la lucha de un enfermo alcohólico es diaria. En su caso, las terapias en centros de rehabilitación, nacionales y foráneos, no dieron el resultado esperado. Pero a ver reflejada su realidad en otros enfermos, se dio cuenta de su problema. “El peor fondo que toca el alcohólico es la soledad. Cuando ya nadie te regresa a ver. Cuando lo has perdido todo”. En las instalaciones del Grupo Quito funciona un albergue anexo donde permanecen las personas que se quedaron en la calle a causa de la bebida.
Al igual que Mario, Cristian inició su consumo durante la adolescencia. “Dejar el alcohol es una decisión personal. Si el enfermo no quiere recuperarse, nada lo hará cambiar”.
Las medidas de restricción de la venta y consumo de alcohol -implementadas en los últimos cuatro años- contribuyeron para que el índice de uso de esta sustancia en el país disminuya. Sin embargo, las tasas de accidentabilidad vehicular, violencia intrafamiliar y riñas callejeras aún están relacionadas con el consumo de alcohol.