El 14 de junio último, Irán eligió a su nuevo Presidente. Inicialmente, hubo 686 candidatos, de los cuales 30 eran mujeres. Esta aparente apertura democrática se desvaneció cuando el Consejo de Guardianes de la Revolución aceptó apenas 8 de tales candidaturas repitiendo la comedia del 2009 cuando aprobó 4 de las 475 candidaturas. Ahmadinejad triunfó en esa cuestionada elección y de inmediato creó un sistema para minimizar las opciones futuras de sus oponentes, lo que impidió a su gran rival político Moussavi participar en la reciente contienda cívica.
Las urnas dieron el triunfo a H assan Rohani, líder moderado cuyas primeras declaraciones sorprendieron e hicieron nacer la posibilidad de que Irán inicie una etapa más constructiva en su política internacional, para romper el relativo aislamiento que comenzó cuando fue derrocado el último Sha de Persia, en 1979. Ese año el conocido Ayatola Komeini retornó desde su exilio en Francia y asumió el poder total para dirigir una política marcada por el fanatismo religioso y una visión anti-occidental. Su indudable vinculación con actividades de terrorismo dieron lugar a la aplicación de duras sanciones por parte de la ONU y la Unión Europea. El presidente Bush le incluyó en el que denominó “eje del mal”.
El presidente Rohani se ha pronunciado sobre un tema cargado de simbología política. Ha reconocido la existencia y condenado el “holocausto” del pueblo judío durante la época de Hitler, crimen histórico sistemáticamente negado por Ahmadinejad. “Ya no están los que desconocían esa tragedia” ha dicho Rohani, en clara referencia a su antecesor. Además, en términos enfáticos ha asegurado que el programa nuclear de Irán no busca ni buscará abrir caminos para usos militares y se ha manifestado dispuesto a cooperar con la ONU en materia de verificación del mencionado programa nuclear. Por otro lado, al anunciar su participación en la actual Asamblea General de la ONU, informó que su canciller se reuniría con sus pares de Estados Unidos, Francia, Inglaterra, Rusia, China y Alemania, lo que en efecto ha ocurrido. Se ha acordado que este diálogo auspicioso continuará en Ginebra. Así como sería ingenuo abrigar grandes expectativas como resultado de la apertura del Gobierno iraní, sería igualmente equivocado no reconocer que se están abriendo las puertas para un diálogo político de importancia, que debe ser explorado a fondo.
Pienso que un moderado y prudente optimismo se justifica. El peso geopolítico de Irán es importante, particularmente en el Medio Oriente. Tanto sus graves dificultades económicas como su estrategia política probablemente le han colocado frente a la necesidad de negociar. Los complejos problemas del Medio Oriente podrían encontrar en Irán un elemento útil para su tratamiento y eventual solución.