Guste o no su pasado, su posición ideológica y muchas veces su descontrolado desparpajo, el expresidente uruguayo es un importante referente ético y político de Sudamérica. Debe haber cometido errores e injusticias –Venezuela, por ejemplo – pero tiene un capital que es la ética, principalmente política, que no lo ha despilfarrado como algunos o muchos de sus colegas.
Además, se lo identifica con un vicio de los grandes políticos de la historia: está pendiente de todo y de todos. Así lo afirmó como un juicio de valor la introducción a la entrevista realizada en Buenos Aires, publicada en El País de Madrid y de mucho eco en otros medios de la prensa mundial. De los aportes de ese contenido es importante destacar la revalorización de la actividad política en la actual etapa histórica, en la cual es acusada de todos los males. Como si alguna vez existió alguna sociedad que no haya sido conducida y organizada desde el poder o, generando igual dinamismo, para alcanzarlo en un juego de alternancias imprescindibles para la evolución pacífica de la vida social.
La entrevista permite reflexiones contundentes del expresidente uruguayo: “La crisis de la política solo acentúa el individualismo. Prefiero que la gente no esté con la izquierda pero que esté con la política. Pagaría ese precio. Lo antipolítico es aventurerismo o fascismo. Prefiero la política conservadora, pero política”. Complementa esta apreciación con su opinión sobre el populismo: “Me dan miedo los sin partido, los que no responden a ninguna disciplina. Los partidos son el primer elemento de control que tienen los individuos”. Dos rescates: la política y los partidos; así como una condena al liderazgo en el poder sin control.
Sin embargo, José Mujica tuvo su lado oscuro: Venezuela. Dijo una frase lapidaria con la que es difícil estar en desacuerdo: por el petróleo Venezuela es el país más robado del mundo. Pero en su apreciación sobre la situación política siguió un encubierto libreto chavista afirmando que los presos políticos son unas tretas electorales para adquirir notoriedad. El extupamaro preso por 15 años se muestra, más por omisión que por acción, solidario con el desorden que sufre Venezuela.
Por haber ganado elecciones en un país sano por su institucionalidad como Uruguay, debe conocer que el fraude es la insignia del poder en la nación de los llanos y que en su país nunca el cambio del dólar en el mercado callejero fue multiplicado 18 veces del oficial; tampoco que en Montevideo hubo filas para la compra de productos básicos como un sistema institucionalizado como en la patria de Bolívar que lo sufre directamente el pueblo de ese país. Los grandes hombres en la historia tienen criticables gestos o actitudes. Han sido prepotentes, iracundos y excepcionalmente violentos, pero es raro encontrar casos en que, por devoción ideológica, caigan en el cinismo.