El método de selección conocido como la segunda vuelta recibió patente con el Plan de Retorno de 1978. Bajo la influencia del “ballotage” francés, la nueva etapa se inauguró con la lid entre Jaime Roldós y Sixto Durán Ballén. El triunfo fue holgado para el líder del CFP de entonces, pero quedó registrada la valentía cívica y democrática del perdedor, cuya decisión de participar con pocas posibilidades, destruyó el boicot con el que se pretendió atentar contra el regreso a la democracia.
La segunda vuelta tiene sus anécdotas en nuestra historia. Muy pocos apostaban que en 1984 Rodrigo Borja le gane en la primera a León Febres Cordero, pero fue la segunda que permitió la reversión y el triunfo del candidato socialcristiano.
La más polémica de todas ha sido en la que Jamil Mahuad venciera a Álvaro Noboa en 1998. Las sospechas de fraude generaron una mala percepción del proceso de escrutinios. Fueron resultados extraños en los cuales coincidieron las encuestas de última hora, los exit poll y el resultado oficial. Fue como encontrar tres agujas en tres pajares diferentes y a la misma hora.
T ambién aportó sorpresas el triunfo en la primera vuelta del candidato Álvaro Noboa contra el arrollador avance del candidato Rafael Correa. La recuperación vino en la segunda, incluso con el aporte del propio Noboa que Biblia en mano, ensayó todas formas posibles para desalentar a su electorado.
Es obvio que todo candidato aspire a un incuestionable triunfo en el primer escrutinio presidencial; sin embargo, cualquier elección encierra imponderables y las sorpresas no se descartan. Además, ante múltiples candidatos en la ronda inicial como es el escenario actual, algunas veces el resultado impone un proceso de depuración.
En la actualidad, analistas, más que las cuestionadas encuestas, apuntan a que en la primera se ajusta todo; mas aún, si se cuenta con el enorme favor o error de la Constitución vigente que considera válidos solo los votos por candidatos y descarta como inexistentes a los en blanco y nulos. ¿Cómo explicarán algunos asambleístas de la Constituyente que permitieron descartar la voluntad de los ciudadanos de votar como ellos decidan? ¿Qué hubiese pasado si la malhadada disposición no se aplicaba en la Consulta Popular? A pocas horas de los comicios hay que proclamar la fe en el proceso, pues el único que dispone el pueblo para decidir su futuro político en democracia. Si todo se consolida en la primera vuelta hay que respetar el resultado; por el contrario, si existe una segunda opción, de la misma manera habrá que obedecer la voluntad popular; además, no hay que confundir el veloz día de las elecciones con un largo proceso irregular. Es como pretender que unos lujosos botones corrijan la irregular confección de un terno.