Allá por el 19 de mayo, en Madrid, la periodista Gionata Chatillard, de El Mundo de esa ciudad, preguntó al presidente de la República, Rafael Correa, ¿es verdad que usted llegó a decir que la prensa es el enemigo más grande y que hay que destruirlo? Buena oportunidad para una larga respuesta que hoy vamos a sintetizar.
No, que hay que tratar de destruirlo no, pero que es el enemigo más grande sí. Eso de destruirlo es la misma mentira de siempre. La prensa –cierta prensa, no hay que generalizar- ha pasado a ocupar el puesto de los partidos políticos tradicionales que se derrumbaron en el Ecuador, por sus propios errores (concepto ya conocido y reiterado).
Hay que controlar los excesos de la prensa. Hay que buscar la mejor forma y con mucho cuidado porque estamos claros que el remedio puede ser más grave que la enfermedad. (Esto parece nuevo ¿o no?).
La periodista aclara luego que “Carlos Vera me lo dijo” y Correa anota; ¿Yo he dicho que hay que destruir a la prensa? Nunca. Ni siquiera utilizo la palabra enemigo. Normalmente utilizo la palabra adversario. Ese señor se pasó tres años disfrazado de periodista. ( Interesante el énfasis presidencial en desmentir que un objetivo suyo sea “destruir a la prensa” cuando desde hacer tres años y medio hay gente que se pregunta: ¿qué busca Correa con su actitud hacia la prensa? y más cuando el Jefe se entusiasma porque un diario habría bajado la circulación como resultado de sus ataques sabatinos).
Y luego una frase cabalística, pronunciada el martes en Radio Quito: “la Ley de Comunicación ni de lejos es una ley fundamental para nuestro proyecto político y ni siquiera estoy haciendo un seguimiento a la discusión”.
Esto merece algunas pequeñas preguntas a doña Betty y a su Comisión Superespecialísima. ¿Por qué se han demorado tanto en esa ley que no interesa un pito al Gran Jefe? ¿De dónde salen los dos vocales del Ejecutivo para imponer su peso en el Consejo de Comunicación? ¿Por qué, si es una ley de segunda, se viene obstruyendo el acuerdo legislativo de diciembre, que fue anunciado con entusiasmo y fe por el Corcho?
La prensa escrita, hablada y televisada sufre mientras esa ley avanza y retrocede imaginando que el señor Presidente está siguiendo –minuto a minuto- las discusiones que se arman o se desarman en la oficina de doña Betty la implacable. Nada jabón. ¿Es acaso porque el Jefe considera que no se trata de una ley fundamental para su proyecto político o porque confía en el veto que taita diosito y las leyes le han brindado?
Se fue una semana más, en la cual la prensa estuvo en un plan muy destacado, con prórrogas, malas nuevas y todo. Además, con la buena noticia de última hora. Terminó la pesadilla y se hizo justicia. Emilio Palacio tuvo, por fin, una nota triunfal y merecida. Un buen gesto y ojalá no falten las buenas noticias.