Si vivimos para contarla –parafraseando a García Márquez–, en general, los periodistas de estos tiempos, deberemos asumir que hemos sido apenas personas buenas incapaces de hacer el bien (como los trágicos personajes de Chéjov). Y eso es, por decir lo menos, deprimente.
Llevo más de 15 años en esta profesión y sé, de primera mano, que el mal periodismo en este país no es hijo de la mala fe sino de la ignorancia.
Pero eso no nos exime de ser responsables de ejercer la profesión como lo estamos haciendo: con pereza mental, con desprolijidad factual, con atolondramiento, con ansias de figurar… Parecería que haciendo lo posible para corroborar la percepción de que el periodismo es enemigo de la sociedad.
Se supone que el periodismo debería aportar a la comprensión de la realidad. Pero de eso poco o nada… ya me dirán ustedes que lo sufren en carne propia a diario.
Esta angustia me atacó la semana pasada mientras veía a Ismael Cala, de CNN, con su sonrisa fosforescente, y su poca información sobre la realidad del Ecuador, entrevistando al presidente Correa.
A su pregunta de por qué en Ecuador no se puede comprar licor los domingos, el Presidente le dijo que es para disminuir las tasas delincuenciales y de accidentes de tránsito y que su Gobierno ha tenido éxito en tal labor, gracias a dicha medida. Cala, que vino sin toda la preparación necesaria, no pudo hacer una repregunta ni rebatir con datos al Presidente. Y así lo que dijo Correa se dio por cierto y Cala contribuyó a que su audiencia comprenda y conozca un poco menos la realidad de Ecuador.
Porque lo que no dijo Correa es que luego de la medida, tomada a mediados del 2010, en Quito, por ejemplo, sí cayeron los índices delincuenciales –sobre todo en agosto de ese año– para luego volver a subir, siempre con tendencia al alza, según el 15vo Informe de Seguridad Ciudadana del Observatorio Metropolitano de Seguridad Ciudadana.
Eso de lo que sabemos, porque otra cosa que Cala no sabe es que acá contar con datos nacionales y fiables en esta materia es prácticamente imposible, aunque se supone que en enero de este año el INEC debía empezar a proveernos de ellos, pero hasta ahora no sabemos nada. Así, Correa puede decir cualquier cosa y ser tomada por palabra santa.
Mirando un poco más cerca, los enlaces que una vez al mes realizan algunas radios del país para hablar de y ¿defender? la libertad de expresión se parecen cada vez más a una terapia de grupo (con excepción de Carmen Andrade y Miguel Rivadeneira que hacen preguntas en lugar de dar discursos). De verdad, ya casi da ganas de decirles: no me defiendan compadres, porque la libertad de expresión no se defiende con cinrcunloquios ni autobombos sino haciendo periodismo útil, que aporte a comprender esta compleja realidad.