Los políticos no logran empatar con la realidad, con el sentir de muchos. Es el corte que ahora marca el mundo, entre discursos y acciones políticas con las cuales muchos no se identifican y las rechazan. La extrema derecha y alguien como Trump, con su demagogia populista, han sabido identificarse con este descontento, condenar a las elites y a las oligarquías, al sistema de la política y son de hecho los ganadores de este mundo en que nadie sabe lo que conviene y predominan los rechazos.
Algo similar acontece en Ecuador, con candidatos presidenciales y partidos que no logran seducir al electorado. Ya con candidatos conocidos y programas enunciados era de esperar que cambiará la indecisión del electorado, pero el cambio es mínimo. Las encuestas serias revelan algo de la realidad. 60% de indecisos es enorme. Del 40% de los que ya optaron, el 20% están con AP, y las oposiciones con el otro 20%, igual que antes.
El descontento por la situación socioeconómica y el gobierno, sin embargo, es fuerte. Las oposiciones ya deberían tener incrementos de popularidad, pero el cambio es mínimo. Esta situación algo dice que las oposiciones no despegan, sus candidatos o sus propuestas no llegan a captar a los indecisos. No logran la indispensable credibilidad y confianza para que su palabra tenga valor. Podrán tener propuestas interesantes y pertinentes, sin credibilidad poco sirven.
Es difícil ser atrayente cuando se propone, frecuentemente algo para un Ecuador que ya no es. Cuanta falta hace la innovación política. Es necesario un sacudón político en las organizaciones para salirse del libreto o no limitarse a la “respuesta beneficiosa” para tal sector en una retahíla de ofertas que no hacen real imagen de alguien que responde al malestar social predominante. Este no es solo faltantes económicos o descontentos con una ley o política, es un descontento de un sistema, de una situación sin futuro. Es una frustración acumulada tras un gobierno que tanto prometió y que ahora sus milagros hacen agua. La corrupción, a pesar de los hechos que muestran un sistema sistemáticamente practicado en los altos del poder, no hace aún real mella para condenar al gobierno y ser en cambio fuente de aceptación de la oposición, de la que no fue corrupta en el pasado.
En otros lugares, hubo “primaveras políticas”, movimientos contestatarios que sacaron gobiernos inaceptables, pero los reemplazantes no encontraron salidas a sus crisis, patinan en desesperanza. Ecuador tuvo su primavera con Correa, y quiso exorcizar la inestabilidad, corrupción y crisis económica; pero, otra vez, está al punto de salida. Resulta complicado que la oposición ofrezca una nueva primavera si la sociedad no quiere ver nada ni ser realista.
¿Cómo admitir otra derrota? ¿Cómo creer en otra esperanza? La frustración y rechazo a lo vivido predominan.