En varias ocasiones escuché, especialmente durante las campañas electorales, a algunos políticos jactarse de conocer todo el Ecuador. Claro que conocen, llegan en avión a la ciudad más grande que tiene aeropuerto y luego se desplazan con la caravana hasta donde caiga la noche; reparten hojas volantes con sus fotos, leen discursos, ofrecen la felicidad eterna y chao.
Conocer así el Ecuador es una cosa, otra muy distinta es meterse en el corazón del país, conocer a su gente, arribar a todos los rincones de la complicada geografía serrana, costeña o amazónica, pero montado a caballo y no solo una vez, sino cuatro o cinco.
Recorrer el Ecuador montado en el lomo de un caballo de la misma forma como lo hicieron los hombres que lucharon por la independencia (Bolívar y Sucre por el norte, San Martín por el sur) es muy diferente, se requiere de un espíritu de aventura especial y de amor y cariño a la patria.
Eso ha hecho durante su vida Fabián Corral Burbano de Lara, uno de los abogados de mayor prestigio que tiene el Ecuador, un estudioso de la realidad ecuatoriana desde lo antropológico hasta lo político. Un hombre que ha dejado la comodidad del hogar para subirse a un caballo y remontar las cumbres andinas dispuesto siempre a descubrir paisajes y conocer a la gente, eso merece mi respeto.
El abogado y catedrático, que ha formado a varias generaciones de estudiantes de derecho, es también un escritor de libros y de historias, especialmente rurales porque nació y vivió en Chimborazo junto a los campesinos. Porque su fina pluma es capaz de orientarnos acerca de una situación política y económica muy específica; porque domina el lenguaje y ese, precisamente, es el atributo más importante para que un intelectual sea considerado como miembro de número de la Academia Ecuatoriana de la Lengua.
La incorporación en la colonial sede de la Academia en la calle Cuenca fue con una disertación sobre la ‘Teoría y nostalgia del viaje’. No de los viajes de placer a otro país o a bordo de un crucero de lujo, fue una recopilación desde los aventureros que salieron con Colón, hasta la misión geodésica que estableció las coordenadas para trazar la línea ecuatorial, La Condamine, Von Humboldt, Whymper, etc. El idioma, según Corral, es como el viaje y como el río: “Tan pronto se detiene se anquilosa, envejece y se corrompe, de allí el parentesco entre el viaje y la palabra”.
En su discurso Fabián Corral narra que Whymper, entre 1879 y 1880 recorrió toda la Sierra, ascendió al Chimborazo, al Cotopaxi, Antisana, Pichincha, Sincholagua, Cayambe, Cotacachi… Sin decirlo, seguramente se refería a su propia e incansable experiencia en busca de aventuras porque, con el viaje, “a la par que vamos agregando palabras al diccionario, agregamos notas a la libreta viajera, recuerdos a la mente y nostalgias al corazón”.