Por más jaguar que les guste pensar que es nuestro país, por más moderno y sofisticado que este parezca, no faltan ejemplos de que seguimos siendo una pobre república bananera. Antes de la llegada en el 2002 del Reglamento General de Actividades Turísticas y los esfuerzos en la década anterior sobre las calificaciones del sector hotelero, uno podía dormir en una hamaca, en un cuarto compartido cuyas paredes eran tablones agujereados, con un ventilador dañado y un escusado con cortina como puerta… pero estar en un hotel 5 estrellas.
Supuestamente para tener las benditas estrellas hay que cumplir una serie de meticulosos requisitos (hasta el “Turndown service”, donde el personal entra en la habitación cerca de la noche a abrir las cobijas para que el huésped no tenga que hacerlo y deja un regalito en la cama abierta). Ahora el panorama hotelero nacional es mucho mejor –aunque en el campo todavía hay letreros repletos de estrellas que no se corresponden con la realidad– pero en finanzas seguimos con un ridículo desfase.
Las agencias de rating son entidades privadas que dan notas que reflejan la solidez de casi cualquier operación financiera. La deuda de este banco es AA+, la deuda de este país simplemente A… y así sucesivamente. Las calificaciones van generalmente de AAA (siendo esta la calificación que refleja una teórica imposibilidad de problemas) a D (siendo esta una especie de certeza de que habrá un impago).
En el mundo entero, las agencias intentan reflejar verdaderamente el riesgo de cada operación (incluso si son remuneradas por la propia empresa interesada en una calificación elevada). De esta forma en el mercado uno puede encontrar ofertas con calificaciones BB, B+, C… etc.
Aquí en Ecuador no. Aquí vivimos en un mundo maravilloso donde todas las empresas tienen excelentes notas. En el mercado desfilan las AA+, las A+, puras golosinas.
Sin embargo, en el ámbito internacional hay la norma que una empresa debe tener máximo un grado superior al de su país. Es así que cuando España estaba en el caño, uno de los titanes mundiales –dentro de los primero 10 bancos del planeta– el Santander se vio rebajado en su calificación a BBB. Es decir, el Santander tenía una calificación mucho peor que nuestro local Banco Internacional con AAA-.
No culpo a las agencias de calificación ecuatorianas, puesto que el momento que cualquiera decida calificar con rigurosidad, perderían clientela y saldrían de la competencia. Es la culpa del país, de nuestra sociedad, de nuestro miedo a la verdad y nuestra pasión por los cuentos de hadas, llenos de chocolate y caramelos.
5 estrellas mal dadas son mucho menos dañinas, en el un caso puedo pasar una mala noche, en el otro perder todo mi dinero.