Entender la clase política ecuatoriana – podrida, poco preparada, sin ideología e inclinada a la corrupción – no requiere el intelecto necesario para mandar un cohete a Marte. No es resolver la conjetura de Riemann en matemáticas; es apenas ver un poco de deporte.
Pensemos en cualquier competencia, no importa cuál. Si hay no controles, lo normal es que el tramposo gane. El resultado sorprendente, lo excepcional, sería el inverso.
Si hay dos corredores profesionales (ambos con equipo, con preparación, etc.), uno normal y otro hasta el cogote repleto de esteroides anabólicos, ¿cuál es el probable ganador? Si, entre dos boxeadores profesionales, uno tiene sobornados a los jueces; el otro posiblemente solo gana si logra noquearle.
Es posible que quien no hizo trampa gane. Puede ocurrir que el limpio se entrene mucho más, que tenga un golpe de suerte, que el contexto le favorezca, que la trampa del otro salga mal; sí, es posible. Pero serán casos excepcionales. Uno ocurrirá en las elecciones para asambleísta provincial en Santa Elena, otro ocurrirá en Pastaza… pero la mayoría de 137 curules de la Asamblea Nacional será ocupada por sucios tramposos.
Y, ¿creen que esos tramposos irán a reformarse a la Asamblea? ¿Que el edificio de la calle Piedrahita es una especie de monasterio que convierte a las almas hacia el bien? O, ¿es más bien una de esas cárceles ecuatoriana que – en vez de rehabilitar y reformar – degenera, daña y pudre aún más lo ya torcido?
Una campaña entrega pruebas de covid gratuitas. Fiscalía allana la sede en Tulcán por delitos fiscales y aduaneros. Todo apunta a que las pruebas fueron traficadas. Por supuesto, tampoco tenían registro sanitario. Un funcionario hace la denuncia. Esta no es admitida y tramitada. No se controló la trampa.
Y, ¿resulta que el candidato a la Presidencia es verdaderamente popular? ¡Pero si estaba entregando dádivas! Dádivas traficadas y sin registro sanitario, ¡pero dádivas! Según el Código de la Democracia eso es una infracción electoral grave. Estos hechos podrían implicar la pérdida de derechos políticos de seis meses a 2 años. Es decir, el candidato perdería su campaña. Sería inelegible. Pero la denuncia realizada quedó en la nada. Y, ¿esperan que ese candidato tramposo se redima en Carondelet?
Yo creo que el pueblo ecuatoriano es bueno. Me emociona que – a pesar de las trampas – los torcidos han sacado mucho menor apoyo del que me esperaba. Si ganan, no es que el pueblo ecuatoriano los prefirió; es que no se los controló.
Metieron gol con la mano, y – ante las denuncias – los árbitros se hicieron los locos. Y, no es un partido, es el campeonato. Así se organiza todo el deporte del país.
Ese es el calvario del Ecuador, los tramposos ganan.