Por algunos meses ya, los latinoamericanos hemos observado con asombro el circo en el que se convirtieron las primarias estadounidenses, en especial del lado republicano.
Sin duda, Donald Trump se ha llevado la medalla de oro en todo ese teatro del absurdo con su retahíla de ofertas como la muralla que construirá en el límite con México y cómo hará pagar a ese país el costo de la misma, la deportación los casi 11 millones de inmigrantes ilegales o cómo detendrá a Estado Islámico quitándole los pozos petroleros. Aparte del evidente racismo y la supina ignorancia, lo grave es que su mensaje haya calado en millones de estadounidenses, también ignorantes sobre la realidad cercana y el mundo a su alrededor. Pero desde el punto de vista latinoamericano, talvez es más triste ver a dos cubano-estadounidenses –Ted Cruz y Marco Rubio- convertirse en la versión masculina de la Malinche traicionando las aspiraciones más básicas de sus hermanos de lengua, tanto en temas de legalización, como de inclusión social.
La paradoja es que Cruz y Rubio son prototípicamente políticos tercermundistas, llenos de trucos sucios contra sus oponentes, increíbles cualidades para mentir y poco apego a una visión social incluyente y solidaria.
Del lado demócrata también se cuecen habas. La ilusión de tener el primer presidente socialista en la Casa Blanca está llegando a su fin, en gran parte porque Bernie Sanders decidió jugar la misma carta populista que Trump y ofrecer castillos en el aire: seguro de salud y universidad gratuita para todos, destrucción de Wall Street y su influencia. Esos son apenas los más memorables ejemplos, en un país donde la gran mayoría piensa que el Estado es ya demasiado intrusivo y se rehúsa a pagar más impuestos.
No es casual que 50% de estadounidenses dice que jamás votaría por alguien que se autodenomine socialista. El golpe de gracia fue una carta pública de exmiembros del Consejo de Asesores Económicos de gobiernos demócratas, a la que se sumó luego el premio Nobel de Economía, Paul Krugman, donde lo acusan de usar economía vudú, igual que los republicanos y de basar sus ofertas en estudios espurios e irreales.
Hillary Clinton será la nominada demócrata y con un poco de suerte, la primera mujer en la Presidencia de EE.UU. Otro hito después de la histórica elección de Obama. Pero su camino a la Casa Blanca es complicado. Los republicanos tienen armas contra ella y dos juicios pendientes en su contra. Como era de esperarse, por ser mujer, los medios están midiendo su candidatura con otros estándares a los de sus contendores republicanos y demócratas.
Y lo que es peor, las mujeres jóvenes ya no ven ninguna ventaja práctica en votar a una feminista de segunda generación como su líder. Hillary no hace soñar a nadie, pero no ha ofrecido cosas que no puede cumplir. Al final, o es ella con todos sus bemoles o el circo Trump en la Presidencia de EE.UU. Creo que no hay dónde perderse.