Es un domingo cualquiera, una familia sale a disfrutar de un evento público, asisten a una demostración de acrobacias policiales. Las risas y emociones rápidamente se transforman en sorpresa, estupor y sufrimiento. Dos personas alcanzadas por disparos, una queda herida, la más joven pierde la vida. Ni por un momento puedo imaginarme el dolor e indignación que sienten los seres queridos de quien perdió la vida de forma absurda, todos los días hay muertes que pueden recibir ese calificativo, pero esta llama la atención.
Debo confesar que tengo una curiosidad indecente, una temptatio oculorum, como dice Hannah Arendt, quisiera conocer cada detalle del proceso que terminó con un espectáculo, a cargo de una entidad pública de seguridad, en el que se usaron armas de fuego con municiones verdaderas. Me gustaría saber quién pensó, planificó, ordenó y autorizó el evento; qué conversaciones se dieron, la reacción de quienes recibieron las órdenes para ejecutarlo. Me pregunto si alguno de los involucrados se opuso o expresó algún reparo al sinsentido de exponer a miles de personas a lesiones y una posible muerte por volver más “real”, más emocionante, una presentación en la que unas cuantas personas enmascaradas realizaban acrobacias y disparaban.
No es posible atribuir la responsabilidad a toda una institución, la Policía como un todo no tiene culpa en lo sucedido, puede afirmarse que quien disparó cumplía órdenes, de hecho no tengo dudas que los tiradores son en esta cadena de irresponsabilidades el último eslabón, el más débil.
¿Las autoridades locales sabían que se usarían municiones verdaderas? ¿El Ministerio del Interior recibió información previa sobre este particular? ¿Qué medidas de seguridad se tomaron?¿Por qué una vez se produjo la desgracia no se suspendió el espectáculo?
¿Vivimos en un país marcado por la irresponsabilidad? Esa idea no se me quita de la cabeza. Parece que nos hemos acostumbrado a que esta clase de “accidentes” no sean investigados a profundidad, parece una rutina, pasa el escándalo, se sanciona a los más vulnerables, eso calma el deseo de venganza social, pocas veces se investiga de forma exhaustiva, se reúne toda la información necesaria para identificar a cada uno de los involucrados, a los causantes mediatos e inmediatos de estas tragedias.
Todos los días en el país se realizan espectáculos o actividades claramente peligrosas, que ponen en riesgo a quien las ejecuta y a terceros que pueden llegar a ser víctimas de daños por la negligencia de quienes actúan de espaldas al sentido común. Algo falla en nuestro proceso educativo, algo falla en la institucionalidad, algo falla en nuestro país.
La muerte de Vivian debe servir para algo, no puede ser tomada como una muerte más. Su pérdida debería obligarnos a revisar la forma en que actuamos, debe servirnos para encarar la negligencia que nos rodea, los problemas de la justicia y poner un basta a estas prácticas insensatas.