Veo la angustia de una compañera de trabajo, preocupada. Pregunto. Sus ojos brillan, necesita una operación urgente, diferente al cáncer que aún no ha sido tratado en el IESS; espera ya un año la cita del especialista.
Quiso un traslado a Solca, pero no le permitieron y sigue ahí, latente, como si la enfermedad, que puede llevar a una vibrante mujer madre de dos hijas pequeñas a una triste partida de este mundo, pudiera esperar. Cambió a una de ellas a un colegio privado buscando una mejor educación, más completa.
Recibe la noticia de que su marido, gerente de logística de una importante empresa tecnológica, fue despedido en grupo. Diez padres de familia comienzan la Pascua con una dura noticia. El reconfortante abrazo de todos en el trabajo, atemorizados, preguntándose cuándo les tocará a ellos, sus cónyuges o hijos, no es consuelo ni llevará comida a su boca, ni pagará por la salud de la que necesita para seguir siendo la valiente mujer que es.
Una conversación angustiosa, que nunca nadie imaginó mantenerla, voces decaídas, a sabiendas que todos están en la línea de fuego. Cualquiera, inesperadamente, puede ser la víctima de la crisis que vive nuestro país, lo acepte o no el mandatario. Dicen que solo son rumores, que tal empresa despide a 500 cada mes o más, que las más pequeñas están despidiendo y hasta contratando el mismo trabajo con extranjeros o en el extranjero, a un costo mucho menor, sin importar cuál es el desempeño, educación o el tiempo que han entregado.
Cientos se han quedado sin trabajo. Hay tantos en iguales condiciones. Conseguir otro puesto, sin incidencia de educación, sueldo o posición, será una lucha cuesta arriba.
Otro ejemplo, el segundo de muchos. No importa su nombre; esta joven ya tenía planes: ahorrar suficiente dinero, por sí misma, para lograr su maestría. Ni pensar en confiar en el estado, ni en las nuevas ofertas tipo campaña de la última sabatina, conocen que cualquier momento dejan de recibir el dinero y no quieren deudas imposibles de saldar. Organizada, metas cumplidas con precisión de reloj suizo, sabía, hasta qué fecha debía trabajar para cumplir su presupuesto y seguir sus estudios. Hasta que la llamaron a la oficina y recibió el cheque del despido y un gracias a su perfecto desempeño. Otros tantos cruzaron la puerta el mismo día.
Puedo narrar cientos de casos que conozco. No son invenciones, no es ficción, no son medios sociales. Es la pura realidad y la siguen negando. Psicológicamente, podrían llamarlo un problema de negación, pero en este caso es perfectamente calculado para llevar a la confusión. Tienen miedo a las redes sociales cuando estas hablan de realidad; por lo tanto, debería llamarse miedo a la verdad. Que los ahorros deben bastar, ¡pero en qué mundo vive! Sobretodo, gran ejemplo del Estado. ¿Seguro de desempleo? ¿Quiénes pueden acceder a él? ¿En cuánto afecta al resto de afiliados? ¿O creeremos que la realidad es solo un espejismo que solo lo ven todas y todos menos él y su exclusivo círculo?