La noticia cuenta muertos y heridos. El dato suma una estadística que no debiera dejar de conmover: 20 accidentes por mes.
El último siniestro del jueves se produjo, según las primeras investigaciones oficiales, por exceso de velocidad. Esa zona cercana a Tambillo y la curva de Santa Rosa se ha convertido en una de las más peligrosas de todo el país.
Sucede que se amplió la calzada y el pavimento es mejor, pero los peraltes y desniveles de la vía parecen ser los proyectados para otro tipo de ruta.
Las carreteras ensanchadas invitan a imprimir mayor velocidad a los automotores. Pero los conductores no toman en cuenta los serios riesgos que entrañan los excesos de velocidad.
Las causas de los accidentes juntan a la imprudencia, la impericia y el alcohol.
Las consecuencias: muertes a cada rato. Algún analista ejemplificaba que en los últimos años podríamos llenar un estadio, como el Atahualpa, de cadáveres.
Ya hemos clamado por los controles y multas, por las campañas cívicas y aun por aplicar normas duras. Hay que insistir en los limitadores mecánicos de velocidad, tema sobre el cual las autoridades no se pronuncian siquiera.
El debate es el de las tarifas congeladas del transporte. Es verdad, es un problema, su responsabilidad corresponde a la Agencia Nacional de Tránsito y no a los municipios, como se quiere mostrar a propósito de las competencias.
¿Cuándo se debate en serio sobre la vida de la gente, sobre su seguridad y la comodidad en el transporte público?