El Presidente habló en la última sabatina de alcanzar una meta de USD 6 000 millones en la sustitución de importaciones en tres años.
Las frías cifras dicen que en 2013 el déficit de la caja fiscal se situó en USD 1 300 millones. Esa realidad obliga a forzar un abrupto recorte de las importaciones y el listado abarca varios productos suntuarios y otros que durante los últimos años se han traído desde el exterior, generando nuevos hábitos de consumo.
El ajuste supone la restricción a las importaciones con los impactos que el sector comercial puede sufrir y, por cierto, una modificación sustancial de varios productos que hoy se ofertan.
Para compensar las carencias que este nuevo estado de cosas puede conllevar, el Régimen piensa en alentar el desarrollo audaz de la industria nacional.
Hay que apuntar, empero, que dotar al aparato productivo de la maquinaria, adaptar los procesos y movilizar toda una política de Estado para modificar la matriz productiva, más allá del discurso, supone un esfuerzo gigantesco que no todos los sectores industriales están en capacidad inmediata de emprender.
El modelo de sustitución de importaciones que movió los conceptos aconsejados desde la Cepal en los años 60, en los primeros tiempos del Acuerdo de Cartagena, y supuso un esfuerzo enorme y no siempre rindió sus frutos.
Es retador el cambio de matriz productiva pero su tarea debe acompañarse con políticas públicas que compensen el esfuerzo y garanticen su permanencia en el tiempo.