Una semana después del anuncio oficial del diálogo para tocar aspectos de equidad y la justicia social, se debiera reenfocarlo.
Luego de las manifestaciones de distintos sectores que tomaron las calles para dejar oír su voz de protesta frente a las polémicas leyes de herencia y plusvalía y otros temas que polarizan a la sociedad, la suspensión temporal del tratamiento legislativo abrió el espacio del diálogo.
Aunque los afanes de un diálogo sean loables, su sola idea no lo sostiene si se condiciona su temática, si se parte de un tiempo limitado que se fija desde el poder Ejecutivo y tampoco si se excluye de l mismo a determinados sectores por prejuicios o calificaciones subjetivas.
Importante hablar de equidad y justicia, pero también habría que tocar temas como los de las libertades, las reglas de juegos de las elecciones, la participación ciudadana auténtica y el rol de los sectores sociales diversos. La aplicación de las normas constitucionales y su transgresión desde el poder. Tal vez tres meses no sea tiempo adecuado para reflexiones de fondo en una sociedad polarizada. Tampoco el calificar a los actores de buena fe desde el poder sea una buena receta.
Tomar el pulso de la calle, abrir el diálogo a todos los actores de distintas tendencias ideológicas, gremiales, empresariales y académicas es buena idea.
Todo, mientras se anuncian más marchas y se sigue en campañas propagandísticas que apuntalan que, luego de un tiempo, los proyectos de herencia y plusvalía volverán sin cambio ninguno.