El deber ser de un Fiscal General de la Nación se resume en una hoja de vida impoluta, en una capacidad académica ejemplar y en un alto sentido de la justicia. El gran reto que tiene por delante Galo Chiriboga es cumplirlo, demostrando en cada acto de su nueva y delicada función la razón de ser de su nombramiento.
La Fiscalía General no ha sido ajena al debate político. Un ejercicio de sobreexposición no siempre es prudente ni adecuado para las tareas que exige el Ministerio Público. Actuar con el trámite expedito de las causas acumuladas es indispensable y hacerlo con celeridad como profundidad y análisis, conforme a derecho, sin discursos ni polémicas.
Galo Chiriboga fue ministro de Alfredo Palacio, como Correa. Luego tuvo las más altas responsabilidades en el campo petrolero y energético en este Régimen hasta que una súbita salida lo llevó a una primaria fallida para la Alcaldía de Quito en el ensayo de elecciones de Alianza País. Fue abogado de Correa en el juicio al Banco Pichincha en el que el Presidente recibió USD 600 000. Era embajador en España -cuota política- cuando se llamó al concurso para nuevo Fiscal.
El concurso fue tormentoso, lleno de impugnaciones y sombras de duda. Finalmente fue Fiscal quien había contado con el puntaje más alto y con el beneplácito del Ejecutivo, conforme lo anunció un par de meses atrás el ex Ministro del Interior.
Llega a la Fiscalía Galo Chiriboga, con altas responsabilidades para estudiar varias denuncias de corrupción en las altas esferas y que están pendientes. Se posesionó fugazmente ante la Asamblea Nacional, y ahora le corresponde demostrar, con sus actos, la independencia, la probidad y el equilibrio que el Ecuador demanda.