Entre los grandes retos de la nueva administración municipal de Quito están dos concatenados: el ambiente y la movilidad.
Un reciente reportaje de este Diario atribuye al aumento del parque automotor buena parte de la contaminación en la ciudad. No se debe soslayar, como adecuadamente se apunta, la altitud de Quito(2 800 msnm), lo cual modifica la composición del aire en la atmósfera.
Quito tiene, como casi ninguna otra ciudad del país, un observatorio de la calidad del aire. Varias estaciones fijas en puntos estratégicos y muchos puntos instalados en casas de los vecinos. Los parámetros estipulados para el país ponen una norma de 15 microgramos de partículas por metro cúbico. Pero la norma de la Organización Mundial de la Salud es más severa: 10 microgramos. El promedio en la capital está entre 17 y 20.
Basta ir por la calle, mirar las paredes, fijarse en los bordes de la Ecovía, para advertir un material negro que lo cubre todo. Y eso que los buses de esa vía exclusiva tienen dispositivos especiales. Y eso, también, que el Municipio hace revisiones mecánicas de los motores.
Pero el tema de los automotores no es aislado. Si cada día se venden más autos es, entre otras cosas -a más del aumento de la capacidad adquisitiva-, debido a la carencia de un adecuado, suficiente y cómodo transporte público. Las vías de circulación exclusiva del norte y sur están flanqueadas por hileras de buses.
Una solución combinada de cuidado ambiental y movilidad es urgente; la ciudad la espera desde hace años.