La importancia y la utilidad del puerto de Guayaquil, ligado a la historia de la ciudad más grande del país, vuelven al centro del debate. Lastimosamente lo hacen como parte de una disputa política subida de tono que opaca los razonamientos técnicos imprescindibles en decisiones de esa magnitud.
No es nueva la opción de un puerto de aguas profundas para transferencia de carga y contenedores y que, desde una ubicación estratégica en el golfo, pudiera complementar las funciones del actual. Pero la polémica entre el presidente Rafael Correa y el alcalde Jaime Nebot se centra en el uso que se le daría al existente.
El Alcalde defiende que se debe mantener un enfoque comercial, mientras que el Presidente cree que hay que cambiarlo hacia lo turístico. Esta diferencia, que pudiera discutirse ordenadamente, se vuelve insalvable al calor de la coyuntura política, y por cierto inquieta a los habitantes de la populosa ciudad.
Incluso hay beligerancia en los puntos de coincidencia, como es el dragado del canal de navegación hacia el Puerto. En el último enlace, Correa retó al Alcalde a que lo haga y dijo que no acepta condiciones, pues debe entender que no está en la feria socialcristiana. A la vez dijo que hará el puerto de aguas profundas.
Se supone que la disputa mantendrá ese tono mientras dure la campaña.
Todo hace suponer que los argumentos técnicos, alejados de la politiquería, deberán esperar.