Los sismos dejaron huellas: una, la innegable del dolor de la muerte y la destrucción. Otra, la instalación de un pulseo político entre Rafael Correa y Mauricio Rodas.
Las primeras reacciones mostraron a un Alcalde de Quito que se ponía al frente del timón de mando del sistema de emergencia y activaba el Comité de Emergencia en la edificación del 911. Eso ocurría a las pocas horas de los sismos que alarmaron a toda la población el 12 de agosto, hace casi un mes.
Acto seguido, el Ejecutivo reaccionaba con las señas de preocupación y coordinación de ministros y hasta el vicepresidente Jorge Glas. Mientras eso ocurría el Presidente continuaba sus tareas por distintas zonas del país y hasta adelantaba criterios desafortunados sobre el manejo de las canteras de San Antonio. Más tarde se comprobó que el control de esa actividad está en manos del Ejecutivo.
Las buenas señales de coordinación de los primeros días, empero, tuvieron otro capítulo cuando el Alcalde intentó tocar el tema vial. Un primer acuerdo fue rebasado con la advertencia de que la competencia vial radica en el Ministerio de Transporte y su brazo ejecutor: la Agencia Nacional de Tránsito.
Visitas de Rodas y mensajes de calidez con los pobladores, por un lado, y un Gabinete ministerial, fiesta incluida y una sabatina de alta exposición, por otro. Más allá de mostrar el aislamiento, los problemas para movilizar a la gente y la producción y las pérdidas en la restauración, revelan que Guayllabamba es epicentro de un pulso de alto calibre.