El anillo de seguridad que acompaña en sus viajes a Recep Tayyip Erdogan exhibe un historial de excesos, controversias e impunidad.
Lamentablemente, la visita que el Presidente de Turquía realizó a Ecuador se agregó a la saga de desórdenes e innecesaria violencia que utiliza la guardia que está a su servicio.
Así, la escala que el Mandatario turco hizo en Quito, al término de su segunda gira latinoamericana, ha terminado por ser opacada a causa de los atropellos cometidos por los responsables de su protección.
Las agresiones a activistas ecuatorianos, que son reprochables desde todo punto de vista, se produjeron la noche del jueves 4 de febrero, en la sede del Instituto de Altos Estudios Nacionales (IAEN). Y, de paso, activaron dudas, una ola de críticas, aparte de preguntas como estas: ¿Se lesionó o no la soberanía ecuatoriana? ¿Fue suficiente la reclamación de la Cancillería?
Si se juzga por los videos e imágenes que se han difundido sobre los violentos episodios, llama la atención la tardía reacción de los agentes de la Policía Nacional desplegados en el lugar.
No obstante, la accidentada visita deja una lección para sacar a limpio. En efecto, conviene cuestionarse sobre la oportunidad de invitar a un foro al Jefe de Estado de un país que afronta reparos domésticos y externos por sus políticas en derechos humanos y sobre la libertad de expresión.
En el fondo de este asunto, en todo caso, subyace la intolerancia, que debe rechazarse.