El mensaje de las urnas mostró que el Perú está dividido pero demanda cambios. La hora impone serenidad y espíritu democrático en el nuevo gobernante, quien recibió el apoyo de 51% de los electores.
Los peruanos han dado un claro mandato: proyectar la continuidad y estabilidad económica que exhiben las cifras de crecimiento sostenido durante varios gobiernos, hacia la equidad social.
La tan anhelada justicia social deberá estar sustentada en mayor crecimiento económico e inversión privada nacional y extranjera. Es importante sentar las bases para que el mensaje del nuevo Presidente sea inequívoco.
La gran demanda es construir una democracia incluyente. Para eso la fórmula se debe buscar en el diálogo y en la apertura. Una legislatura sin una mayoría clara obliga a acuerdos políticos que permitan la gobernabilidad. Urge una interpretación nítida del resultado que tome en cuenta a los millones de peruanos que rechazan ensayos perturbadores.
Hará falta una gran sensibilidad que anuncie nombramientos oportunos, técnicos y plurales, que arrojen mensajes transparentes a los mercados que se mostraron nerviosos. El avance de las primeras propuestas políticas radicales hacia posturas más democráticas es saludable.
En cuanto a sus vecinos, cabe resaltar la primera llamada que recibió el presidente peruano electo: fue de Sebastián Piñera, presidente de Chile, país de antiguas disputas. Para Ecuador es importante el respeto a los acuerdos internacionales y la renovación de una paz duradera.
Ollanta debe despejar fantasmas de amistades peligrosas con caudillos populistas y propuestas aventureras que pueden afectar la estabilidad, y honrar su promesa de cambio en democracia. El reto es inmenso; la oportunidad, única.