La relación del poder y los medios de comunicación marcan el pulso, de modo especial, en la primera década del siglo XXI. Los regímenes populistas y autoritarios han dado especial énfasis a esta confrontación en el entendido de que pueden sustituir con los medios a los opositores políticos, quienes son sus legítimos contradictores.
Estos gobiernos entablan una ‘guerra planetaria’ contra los medios, suponiendo que los únicos llamados a entregar información a los grandes conglomerados humanos son los medios públicos que, en sociedades donde la institucionalidad es precaria, suelen manipular, e imponer contenidos a placer desde las propias trincheras de los operadores políticos oficialistas. Las sociedades abiertas, democráticas, plurales, estimulan la creación de medios, la empresa de comunicación, por pequeña que sea, genera trabajo y ofrece visiones distintas a las del poder único pretendido. Alientan el debate fecundo que una sociedad contemporánea demanda.
La semana pasada la bloguera cubana Yoani Sánchez estuvo detenida por 30 horas. Ella se las ingenia para emitir comentarios desde la isla y es una de las intelectuales más influyentes de Hispanoamérica, junto con Mario Vargas Llosa y Michelle Bachelet, según la revista Foreign Policy. “Intentaron desnudarme, me resistí y pague las consecuencias”, dijo. En Cuba solo existen medios gubernamentales, controlados por el Estado, el Gobierno o el partido Comunista. El desenfadado periodista argentino Jorge Lanata fue retenido en el aeropuerto de Maiquetía en Venezuela donde el domingo emitió su programa por Canal 13 , ‘Periodismo para todos’. Las autoridades le requisaron material y borraron sus archivos. La libertad de prensa vive tiempos difíciles en la mira del poder autoritario.