El transporte público es una de las prioridades de la capital del Ecuador. La gente demanda soluciones de fondo y una de ellas, si se lleva a cabo con calidad y buena planificación, puede ser el metro de Quito.
Ese metro no estará ni listo ni operativo antes del año 2016, si no se producen los consabidos retrasos en la obra pública. Basta revisar las vías al aeropuerto, los puentes sobre los ríos Chiche y San Pedro, la vía Collas-Guayllabamba y sus cronogramas desajustados.
Las obras del metro recién han comenzado. La idea de generar la sensación de avance desde las estaciones de La Magdalena y el viejo aeropuerto, que en efecto se están construyendo, solo se explicaría con fines propagandísticos.
El túnel, quizá la obra de ingeniería de mayor envergadura, todavía no empieza a construirse. Luego vendrán la docena de paradas y sus respectivos sitios de enlace con los transportes alimentadores del sistema, así como los vagones, locomotoras y todo el complejo entramado de la red eléctrica que permitirá su operación. Suena positivo que se siembre confianza y conciencia de la importancia de la obra y su significativo aporte a la ciudad, pero puede generar confusión leer en una gigantesca valla: ‘Unimos sur y norte en 34 minutos’. Más que de la realidad, el mensaje es producto de la propaganda, que coincide en el calendario de una campaña electoral, esa sí en plena marcha.