Con cinco millones de ejemplares se despidió de sus lectores el semanario tabloide sensacionalista británico News of The World. El escándalo provocó la dimisión de los responsables en la redacción y la cúpula periodística, y hasta tocó a dos jefes policiales del Reino Unido.
News of The World era propiedad del magnate de las comunicaciones Rupert Murdoch, de 80 años. Un australiano que forjó un imperio con diarios y revistas en Australia, Estados Unidos y Gran Bretaña y que luego se extendió a la televisión (Fox).
Dueño de medios prestigiosos como The Wall Street Journal, de Nueva York, influyentes como The Times y Sunday Times, de Londres, y otros de dudosa reputación por su filón sensacionalista especializado en escándalos; en sus empresas trabajan 53 000 personas.
El diario The Guardian reveló el escándalo. Las escuchas telefónicas de conversaciones privadas intervenidas con pinchazos a 4 000 personas alcanzaban incluso a miembros de la Casa Real y la clase política. La complicidad tocaba a la prestigiosa Policía. Su jefe y el número dos del cuerpo de Scotland Yard hubieron de dimitir.
Periodistas detenidos y la propia responsable de la publicación encausada por el bochorno público llevaron al magnate ante el Parlamento donde dijo desconocer de los procedimientos oscuros.
El caso de News of The World muestra la faceta del periodismo de la que las buenas prácticas profesionales y éticas deben alejarse. La investigación periodística seria explora en aquello que el poder quiere ocultar y está llamada a revelarlo en pro de la opinión pública y su derecho a saber.
Los límites del periodismo están en una conducta independiente, de calidad y respeto al buen hacer del oficio.