La República Popular China es una potencia planetaria. Su crecimiento económico demanda insumos de distintas partes del mundo. China compra alimentos, petróleo y metales. La inmensa transformación de este país es una bomba de succión de grandes cantidades de insumos y materias primas.
El Ecuador no escapa de esta realidad mundial. Varias empresas chinas -de propiedad del Estado- ya interactúan en ámbitos de desarrollo como la extracción petrolera, la construcción de centrales hidroeléctricas (Coca-Codo Sinclair, el proyecto más grande de la historia), y ahora con mayor fuerza en la minería.
Ecuacorriente es una empresa china que ha firmado un gran contrato para sacar el cobre del Sur Oriente. El potencial es grande y esta actividad, con un impacto ambiental indudable, estará en el país al menos 20 años.
Los empréstitos chinos en América Latina concentran millonarias sumas. Brasil, Argentina, Venezuela y Ecuador tienen deuda con China. En nuestro caso se han firmado compromisos para pagar esa deuda con petróleo como garantía.
Mucho se ha comentado de la alta tasa de interés que cobra China. Esta realidad coincide con el cierre de otras fuentes financieras para el país por diversas razones, entre ellas las críticas a los organismos de crédito internacional por parte del poder político.
El contrato para la explotación minera del cobre podría abrir, según fuentes de análisis internacional, un camino gigante para garantizar nuevos préstamos con el metal que está bajo tierra. La gran influencia de la China en el mundo podría afianzar la dependencia de nuestro país por la vía de la deuda con esta gran potencia. Ni más ni menos como ocurrió con otras potencias en el pasado.