No hubo escenas de casas caídas, derrumbes en laderas, grandes inundaciones. Pese a la magnitud de la lluvia y la granizada que soportó Quito la tarde del sábado, no hubo mayores desgracias que lamentar. La infraestructura construida para hacerle frente a eventos como este y los equipos de emergencia respondieron adecuadamente. El Plan Lluvias funcionó.
Por cierto, hubo situaciones complejas. La más fuerte quizá se presentó en la Unidad Educativa La Providencia, en el Centro Histórico. Las afectaciones han obligado a suspender las clases y a evacuar a la comunidad religiosa que allí labora.
Además, hubo cuatro personas heridas levemente por la caída de unas carpas en el interior de un conjunto habitacional en San Roque.
Las dificultades de tráfico fueron las más notorias, pero eran inevitables ante el torrencial aguacero y la granizada que provocaron interrupciones, en especial, en la avenida Mariscal Sucre, frente al Mercado de San Roque, y en El Trébol, por la caída de un árbol en la vía que conduce al valle de Los Chillos.
El que no tengamos que lamentar graves incidentes no es producto de la casualidad o la suerte. Para el Plan Lluvias 2018-2019 se destinaron 26 millones de dólares. Actúan en él, de manera coordinada, 35 instituciones.
Por supuesto, todavía no hay que cantar victoria. La época invernal se prolonga hasta mayo y, como dijo el Inamhi a inicios de este mes, se pronostican lluvias intensas en la temporada. El sábado, fueron el Centro Histórico y partes del sur de la ciudad los sitios que más soportaron el temporal. Es en el norte, sin embargo, donde suelen presentarse problemas de inundaciones.
Será importante, entonces, que el Municipio culmine la construcción de los tres colectores nuevos del norte (Runachanga, Mirador y Galo Plaza) para que la ciudad esté aún mejor preparada para afrontar eventos que, aunque son esperados, su magnitud puede sorprender a todos.
Y hace falta que los ciudadanos colaboren con la limpieza de sumideros, las medidas personales de prevención y también la paciencia.