Lo que apareció como una proclama por constituir un anacrónico califato se convierte en un monstruo de mil cabezas, en Iraq y Siria. Pero sus tentáculos podrían extenderse a otros países, como los mismos líderes del movimiento lo advirtieron.
60 muertos en atentados terroristas, 18 crucificados como muestra admonitoria, la ejecución del periodista estadounidense James Foley y la amenaza a otros periodistas secuestrados, muestran la sangre fría con la que actúan los fundamentalistas.
Si bien empezó como un movimiento pequeño, en los últimos meses ha desatado una gran ofensiva que tomó desprevenido al Gobierno de Iraq -desarmado desde la invasión que terminó con la tiranía de Saddam Hussein- y sorprendió a Siria en medio de una ya larga guerra civil que parece interminable.
Los yihadistas tienen un plan: declarar un gran califato. Sus huellas ya fueron descritas: restricciones contra las mujeres y un férreo control.
Su violencia ha sido comparada con aquella de la red Al Qaeda. Por ahora, reclutan adeptos en Europa. El acento inglés del ejecutor del periodista Foley lo delató y la cadena BBC Mundo informa que la inteligencia británica está sobre la pista.
El influyente diario The Washington Post reveló que el gobierno de Barack Obama, que recién lanzó una ofensiva con bombardeos, se está tomando en serio el asunto y podría pedir autorización al Congreso para intensificar las operaciones militares. EE.UU. vuelve a escena.