La venta en Quito de jugos de naranja, que se preparan en plena vía pública, ha activado todo tipo de reacciones y debates.
No obstante, este caso puntual debe tomarse como una excelente oportunidad para debatir sobre otro tema de mayor trascendencia para la ciudad, sus habitantes y autoridades.
En realidad, el asunto sirve bien para refrescar la necesidad de enfocarse en los controles de los productos que se expenden, en particular en las calles, avenidas, mercados, ferias y plazas de la capital ecuatoriana. Es necesario saber si funcionan o no, si se aplican sistemáticamente y si se deben hacer actualizaciones y correctivos.
Está claro que todo ciudadano tiene el derecho de iniciar un emprendimiento para expender alimentos preparados, en especial en estos tiempos de contracción de las ofertas laborales y de desaceleración de la economía.
Sin embargo, es importante que se adelanten más acciones coordinadas entre las respectivas autoridades del Distrito Metropolitano, de Salud y de la Agencia Nacional de Regulación, Control y Vigilancia Sanitaria, para que la comercialización de esos productos se ajuste a las normas vigentes y se lleve a cabo en lugares más apropiados.
También ayudarían mucho la divulgación más sistemática del manual de prácticas de higiene y manipulación de alimentos y la capacitación de los comerciantes. Al fin y al cabo, de por medio está el bienestar de los consumidores y de los propios vendedores.