El día después del tremendo impacto de dos fenómenos naturales y la fuga en una planta nuclear de Japón recién empieza a calibrarse y sus consecuencias apenas se vislumbran.
Japón fue durante largo tiempo la segunda potencia económica mundial, apenas superada en año anterior por la emergencia de la China Popular, pese a lo cual conserva enorme influencia planetaria.
Con la lección de un pueblo paciente, ordenado y respetuoso, más allá del dolor de la tragedia que sobrevino, los siguientes años serán de una recuperación que demanda planificación y mucho trabajo.
La destrucción y el caos, tarde o temprano, quedarán en la historia, pero el proceso de levantarse a los importantes niveles que la demanda de la dinámica económica y social exige tomará más tiempo.
Por ahora el intercambio de bienes comerciales se ha suspendido o limitado en atención a la infraestructura afectada y a los recaudos que han tomado las empresas navieras ante eventuales efectos de la radiactividad que se desprende de la planta nuclear de Fukushima.
Además, buena parte de la producción de Japón destinada a la exportación también sufrió severos daños y muchos de los complejos industriales han detenido su marcha.
El Japón era un consumidor importante de petróleo y el terremoto también afectó el precio internacional que ha venido experimentando un alza sostenida durante el primer trimestre del año 2011.
Las acciones de las empresas japonesas y su cotización en Bolsa han mostrado un comportamiento diferente como era previsible tras el grave cataclismo.
Con tesón y perseverancia, Japón emprende su nueva aurora fiel a su personalidad: es la tierra del sol naciente.